Página 65 - El otro Poder (1996)

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Consejos para los escritores
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ca influencia sólo pueden preparar sermones comunes. Algunos de
nuestro pueblo los leen, mientras otros no sienten interés en leerlos.
Nada hay en sus palabras o en su organización que arda hasta pene-
trar en el corazón. Algunos tienen interés suficiente para leer cada
sermón, aunque sea deficiente en ideas nuevas e interés. Cuando,
con el correr del tiempo, se llega a conocer a las personas cuyos
nombres aparecen bajo el título de sus sermones, se descubre que no
son todo lo que profesan ser: les falta experiencia. Entonces, pierden
confianza en la publicación; y cuando leen sermones de la pluma de
hombres cuyos nombres no conocen sienten desconfianza porque
ya han sido engañados antes, y aunque haya buen contenido en los
sermones, no lo reconocen como alimento; con ello pierden mucha
buena instrucción...
Los cristianos no deben burlarse de los dones más pequeños de
la iglesia. Algunos escritores de sermones que han aparecido en la
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no han trabajado con los dos o tres talentos que recibieron,
sino que han manejado los cinco que no les fueron entregados a ellos.
Hicieron un mal trabajo. El Maestro conocía su capacidad, y no les
dio más de los que podían usar de la mejor manera cuando llegara
el momento de rendir cuentas. No les pide más de lo que pueden
realizar. Ninguno debería lamentarse porque no puede glorificar a
Dios con los talentos que nunca le fueron entregados. Los que están
limitados a tener un solo talento, si lo utilizan bien, serán aceptos
por Dios por esa capacidad...
Los dirigentes deben contribuir con artículos
—Los ministros
que tienen la causa de Dios en su corazón deberían hacer esfuerzos
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especiales para colaborar con la
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mediante artículos intere-
santes y espirituales. Todos pueden encontrar tiempo para hacerlo
si tienen voluntad y disposición para ocuparse de esta tarea. Al-
gunos son demasiado indolentes y cómodos, y tal vez pasan horas
conversando acerca de temas que no están particularmente relacio-
nados con el progreso de la causa y la obra de Dios. El tiempo así
ocupado se pierde, y resultan ser siervos inútiles. Si hubieran ocu-
pado ese tiempo en el estudio de la Palabra de Dios, alimentándose
fervientemente de sus preciosas páginas y preparándose para ser
ministros más capaces, su tiempo habría sido más provechoso. Ten-
drían algo acerca de lo cual escribir. Podrían proveer artículos que
darían instrucción y ánimo al pueblo de Dios. Los tales sólo estarían