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Oración y reavivamiento
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La oración nos conecta con Dios
Si venimos con humildad, y con la verdadera certidumbre de la
fe le presentamos nuestras necesidades a Aquel cuyo conocimiento
es infinito, a quien nada se le oculta y quien gobierna todas las cosas
por su voluntad y palabra, él puede y quiere atender nuestro clamor y
hacer resplandecer su luz en nuestro corazón. Por la oración sincera
nos ponemos en comunicación con la mente del Infinito. Quizá no
tengamos al instante ninguna prueba notable de que el rostro de
nuestro Redentor está inclinado hacia nosotros con compasión y
amor; sin embargo es así. No podemos sentir su toque manifiesto,
mas su mano nos sustenta con amor y piadosa ternura.—
El Camino
a Cristo, 96, 97
.
Nuestras oraciones ascienden bañadas en la sangre
purificadora de Cristo
Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza, la confesión
arrepentida del pecado ascienden desde los verdaderos creyentes
como incienso ante el Santuario celestial, pero al pasar por los cana-
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les corruptos de la humanidad, se contaminan de tal manera que, a
menos que sean purificados por sangre, nunca pueden ser de valor
ante Dios. No ascienden en pureza inmaculada, y a menos que el
Intercesor, que está a la diestra de Dios, presente y purifique todo por
su justicia, no son aceptables ante Dios. Todo el incienso de los taber-
náculos terrenales debe ser humedecido con las purificadoras gotas
de la sangre de Cristo. Él sostiene delante del Padre el incensario
de sus propios méritos, en los cuales no hay mancha de corrupción
terrenal. Recoge en ese incensario las oraciones, la alabanza y las
confesiones de su pueblo, y a ellas les añade su propia justicia in-
maculada. Luego, perfumado con los méritos de la propiciación de
Cristo, asciende el incienso delante de Dios plena y enteramente
aceptable. Así se obtienen respuestas benignas.—
Mensajes Selectos
1:404
.
La presencia de Jesús cuando oramos
Si mantenemos al Señor constantemente delante de nosotros,
permitiendo que nuestros corazones expresen el agradecimiento