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La Oración
o amigos, lo cual es desafortunado. Al aceptar la seguridad de que
serán sanados cuando se ore por ellos, descuidan de hacer referencia
a la forma como sus bienes debieran ser distribuidos, a cómo se
atenderán las necesidades de su familia, y tampoco expresan deseo
alguno concerniente a los asuntos de los cuales debieran hablar
si pensaran que van a morir. En esta forma sobrevienen desastres
sobre la familia y los amigos, porque muchas cosas que debieran
entenderse quedan sin mencionarse, porque temen que el referirse
a ellas sea una manifestación de falta de fe. Creyendo que será
restaurada su salud mediante la oración, dejan de utilizar recursos
higiénicos que tienen a su alcance, por temer que esto constituya
una negación de su fe.—
Consejos sobre la Salud, 373
.
Nos hemos unido en ferviente oración en derredor del lecho
de hombres y mujeres y niños enfermos, y hemos sentido que nos
fueron devueltos de entre los muertos en respuesta a nuestras fervo-
rosas oraciones. En esas oraciones nos parecía que debiéramos ser
positivos, y que, si ejercíamos fe, no podíamos pedir otra cosa que
la vida. No nos atrevíamos a pedir: “Si esto ha de glorificar a Dios”,
temiendo que sería admitir una sombra de duda. Hemos observado
ansiosamente a los que nos fueron devueltos, por así decirlo, de entre
los muertos. Hemos visto a algunos de estos, especialmente jóvenes,
que recobraron la salud: se olvidaron luego de Dios, se entregaron a
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una vida disoluta, ocasionaron así pesar y angustia a sus padres y
a sus amigos, y avergonzaron a quienes temían orar por ellos. No
vivieron para honrar y glorificar a Dios, sino para maldecirlo con
sus vidas viciosas.
Ya no trazamos directivas, ni procuramos hacer que el Señor
cumpla nuestros deseos. Si la vida de los enfermos puede glorificarlo,
oramos que vivan, pero no que se haga como nosotros queremos,
sino como él quiere. Nuestra fe puede ser muy firme e implícita si
rendimos nuestro deseo al Dios omnisapiente, y sin ansiedad febril,
con perfecta confianza, se lo consagramos todo a él. Tenemos la
promesa. Sabemos que él nos oye si pedimos de acuerdo con su
voluntad.—
Consejos sobre la Salud, 375, 376
.