Página 327 - La Oraci

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Recibir para dar
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que le obedezcan pueden con confianza reclamar el cumplimiento
de sus promesas.
Pero debemos mostrar una confianza firme y sin rodeos en Dios.
A menudo él tarda en contestarnos para probar nuestra fe o la since-
ridad de nuestro deseo. Al pedir de acuerdo con su Palabra, debemos
creer su promesa y presentar nuestras peticiones con una determina-
ción que no será denegada.
Dios no dice: Pedid una vez y recibiréis. Él nos ordena que
pidamos. Persistid incansablemente en la oración. El pedir con per-
sistencia hace más ferviente la actitud del postulante, y le imparte
un deseo mayor de recibir las cosas que pide. Cristo le dijo a Marta
junto a la tumba de Lázaro: “Si creyeres, verás la gloria de Dios”.
Juan 11:40
.
Pero muchos no tienen una fe viva. Esta es la razón por la cual
no ven más del poder de Dios. Su debilidad es el resultado de su
incredulidad. Tienen más fe en su propio obrar que en el obrar de
Dios en favor de ellos. Ellos se encargan de cuidarse a sí mismos.
Hacen planes y proyectos, pero oran poco, y tienen poca confianza
verdadera en Dios. Piensan que tienen fe, pero es solo el impulso del
momento. Dejan de comprender su propia necesidad, y lo dispuesto
que está Dios a dar; no perseveran en mantener sus pedidos ante el
Señor.
Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes co-
mo lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a medianoche.
Cuanto más fervorosa y constantemente oremos, tanto más íntima
será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones
acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada.
Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad,
y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que “somos
colaboradores de Dios”.
1 Corintios 3:9
. Hablad y obrad de acuerdo
con vuestras oraciones. Significará para vosotros una infinita dife-
rencia el que la prueba demuestre que vuestra fe es genuina, o revele
que vuestras oraciones son solo una forma.
Cuando se suscitan perplejidades y surgen dificultades, no bus-
quéis ayuda en la humanidad. Confiadlo todo a Dios. La práctica
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de hablar de nuestras dificultades a otros, únicamente nos debilita,
y no les reporta a los demás ninguna fuerza. Ello hace que la carga
de nuestras flaquezas espirituales descanse sobre ellos, y estas son