Página 103 - La Oraci

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Oraciones respondidas
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animarse; pero él no se desanima. En misericordia y amor continua
ofreciéndonos oportunidades y privilegios. Por eso, debiéramos des-
cansar en el Señor y esperar pacientemente en él. Puede ser que la
respuesta a nuestras oraciones no venga tan rápidamente como lo
deseamos, y que no sea exactamente lo que habíamos pedido; pero
el que sabe lo que es para el máximo bien de sus hijos, derramará
una mayor bendición que la que hemos pedido, si no somos infieles
ni nos desanimamos.—
The Youth’s Instructor, 6 de abril de 1899
.
Todos deseamos respuestas inmediatas y directas a nuestras ora-
ciones, y estamos dispuestos a desalentarnos cuando la contestación
tarda, o cuando llega en forma que no esperábamos. Pero Dios es
demasiado sabio y bueno para contestar siempre a nuestras oraciones
en el plazo exacto y en la forma precisa que deseamos. Él quiere
hacer en nuestro favor algo más y mejor que el cumplimiento de
todos nuestros deseos. Y por el hecho de que podemos confiar en
su sabiduría y amor, no debemos pedirle que ceda a nuestra volun-
tad, sino procurar comprender su propósito y realizarlo. Nuestros
deseos e intereses deben perderse en su voluntad. Los sucesos que
prueban nuestra fe son para nuestro bien, pues denotan si nuestra fe
es verdadera y sincera, y si descansa en la Palabra de Dios sola, o
si, dependiente de las circunstancias, es incierta y variable. La fe se
fortalece por el ejercicio. Debemos dejar que la paciencia perfeccio-
ne su obra, recordando que hay preciosas promesas en las Escrituras
para los que esperan en el Señor.—
El Ministerio de Curación, 176
.
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Vi que los siervos de Dios y la iglesia se desanimaban con
excesiva facilidad. Cuando pedían a su Padre celestial cosas que
pensaban necesitar y estas cosas no les llegaban inmediatamente,
su fe vacilaba, su valor desaparecía, y se posesionaba de ellos un
sentimiento de murmuración. Vi que esto desagradaba a Dios.
Todo santo que se allega a Dios con un corazón fiel, y eleva sus
sinceras peticiones a él con fe, recibirá contestación a sus oraciones.
Vuestra fe no debe desconfiar de las promesas de Dios, si es que
no veis o sentís la inmediata respuesta a estas oraciones. No temáis
confiar en Dios. Fiad en su segura promesa: “Pedid, y recibiréis”.
Dios es demasiado sabio para errar, y demasiado bueno para privar
de cualquier cosa buena a sus santos que andan íntegramente. El
hombre está sujeto a errar, y aunque sus peticiones asciendan de
un corazón sincero, no siempre pide las cosas que sean buenas