Página 105 - La Oraci

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Oraciones respondidas
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propósito. ¿Es importante el objeto y de gran consecuencia para
nosotros? Por cierto que sí. Entonces, no vacilemos; porque tal
vez se pruebe nuestra fe. Si lo que deseamos es valioso, merece
un esfuerzo enérgico y fervoroso. Tenemos la promesa; velemos y
oremos. Seamos firmes, y la oración será contestada; porque, ¿no es
Dios quien ha formulado la promesa? Cuanto más nos cueste obtener
algo, tanto más lo apreciaremos cuando lo obtengamos. Se nos dice
claramente que si vacilamos, ni podemos pensar que recibiremos
algo del Señor. Se nos recomienda aquí que no nos cansemos, sino
que confiemos firmemente en la promesa. Si pedimos, él nos dará
liberalmente, sin zaherir.—
Testimonios para la Iglesia 2:119
.
“Pedid y se os dará”. La promesa es amplia e ilimitada, y fiel es
quien ha prometido. A veces, nuestra fe falla porque la Sabiduría
Infinita no cumple nuestros términos. Cuando por alguna razón no
recibimos las mismas cosas que pedimos en el momento en que las
pedimos, debemos creer que el Señor nos ha escuchado y que nos
dará lo que es mejor para nosotros. Su propia gloria es una razón
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suficiente como para que algunas veces retenga lo que pedimos y
responda nuestras oraciones de un modo en que no esperamos. Pero
debemos aferrarnos a la promesa, pues en su momento vendrá la
respuesta, y recibiremos las bendiciones que más necesitamos.—
The
Signs of the Times, 21 de agosto de 1884
.
Dios no responde siempre como esperamos, sino siempre pa-
ra nuestro bien
—Pedid pues; pedid y recibiréis. Pedid humildad,
sabiduría, valor, aumento de fe. Cada oración sincera recibirá contes-
tación. Tal vez no llegue ésta exactamente como deseáis, o cuando
la esperéis; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cua-
dren a vuestra necesidad. Las oraciones que elevéis en la soledad,
en el cansancio, en la prueba, Dios las contestará, no siempre según
lo esperabais, pero siempre para vuestro bien.—
Mensajes para los
Jóvenes, 248
.
Mientras que usted, en su aflicción, oraba por la paz en Cristo,
una nube de tinieblas parecía oscurecer su mente. El descanso y la
paz no venían como esperaba. Por momentos su fe era probada a lo
sumo. Mientras repasaba su vida pasada, veía tristezas y desilusio-
nes; al ver hacia el futuro, todo era incertidumbre. La mano divina
lo guió maravillosamente para traerle a la cruz y enseñarle que Dios
era, en verdad, el galardonador de los que lo buscan diligentemente.