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La Oración
aprender esta lección. Nuestra fe en Cristo no debe estribar en que
veamos o sintamos que él nos oye. Debemos confiar en sus promesas.
Cuando acudimos a él con fe, toda petición alcanza al corazón de
Dios. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la
recibimos y agradecerle que la hemos recibido. Luego debemos
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atender nuestros deberes, seguros de que la bendición se realizará
cuando más la necesitemos. Cuando hayamos aprendido a hacer
esto, sabremos que nuestras oraciones son contestadas. Dios obrará
por nosotros “mucho más abundantemente de lo que pedimos”,
“conforme a las riquezas de su gloria”, y por la operación de la
potencia de su Fortaleza.
Efesios 3:20, 16
;
1:19
.—
El Deseado de
Todas las Gentes, 170
.
Las oraciones aparentemente no respondidas pueden ser
una gran bendición
—En su amante cuidado e interés por noso-
tros, muchas veces Aquel que nos comprende mejor de lo que nos
comprendemos a nosotros mismos, se niega a permitirnos que procu-
remos con egoísmo la satisfacción de nuestra ambición. No permite
que pasemos por alto los deberes sencillos pero sagrados que tene-
mos más a mano. Muchas veces estos deberes entrañan la verdadera
preparación indispensable para una obra superior. Muchas veces
nuestros planes fracasan para que los de Dios respecto a nosotros
tengan éxito.
Nunca se nos exige que hagamos un verdadero sacrificio por
Dios. Nos pide él que le cedamos muchas cosas; pero al hacerlo
no nos despojamos más que de lo que nos impide avanzar hacia el
cielo. Aun cuando nos invita a renunciar a cosas que en sí mismas
son buenas, podemos estar seguros de que Dios nos prepara algún
bien superior.
En la vida futura se aclararán los misterios que aquí nos han
preocupado y chasqueado. Veremos que las oraciones que nos pa-
recían desatendidas y las esperanzas defraudadas figuraron entre
nuestras mayores bendiciones.
Debemos considerar todo deber, por muy humilde que sea, como
sagrado por ser parte del servicio de Dios. Nuestra oración cotidiana
debería ser: “Señor, ayúdame a hacer lo mejor que pueda. Ensé-
ñame a hacer mejor mi trabajo. Dame energía y alegría. Ayúdame
a compartir en mi servicio el amante ministerio del Salvador.—
El
Ministerio de Curación, 375, 376
.