Capítulo 13—Hombres y mujeres de oración
Enoc
La oración era el aliento de su alma
—Al comulgar así con
Dios, Enoc llegó a reflejar más y más la imagen divina. Su rostro
irradiaba una santa luz, la luz que brilla en el rostro de Jesús. Al
terminar estos períodos de comunión divina, hasta los impíos con-
templaban con reverente temor el sello que el cielo habla puesto
sobre su rostro.
Su fe se volvía más fuerte, su amor más ardiente, con el trans-
curso de los siglos. Para él la oración era como el aliento del alma.
Vivía en la atmósfera del cielo.—
Obreros Evangélicos, 53
.
Afligido por la maldad creciente de los impíos, y temiendo que
la infidelidad de esos hombres pudiese aminorar su veneración hacia
Dios, Enoc eludía el asociarse continuamente con ellos, y pasaba
mucho tiempo en la soledad, dedicándose a la meditación y a la
oración. Así esperaba ante el Señor, buscando un conocimiento más
claro de su voluntad a fin de cumplirla. Para él la oración era el
aliento del alma. Vivía en la misma atmósfera del cielo.—
Patriarcas
y Profetas, 72, 73
.
Enoc caminó con Dios por medio de la oración
—Yo quisiera
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imprimir sobre cada obrero en la causa de Dios la gran necesidad
de orar continua y fervientemente. No pueden estar constantemente
de rodillas, pero pueden elevar su corazón a Dios. Ésta es la manera
en que Enoc caminó con Dios.—
The Review and Herald, 10 de
noviembre de 1885
.
Mientras atendemos a nuestros quehaceres diarios, deberíamos
elevar el alma al cielo en oración. Estas peticiones silenciosas suben
como incienso ante el trono de gracia y los esfuerzos del enemigo
quedan frustrados. El cristiano cuyo corazón se apoya así en Dios,
no puede ser vencido. No hay malas artes que puedan destruir su paz.
Todas las promesas de la Palabra de Dios, todo el poder de la gracia
divina, todos los recursos de Jehová están puestos a contribución
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