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La oración diaria
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ñana y tarde su oración sincera debe elevarse a Dios pidiendo su
bendición y guía. La verdadera oración se aferra a la Omnipotencia
y nos da la victoria. Sobre sus rodillas el cristiano obtiene la fuerza
para resistir a la tentación.—
Testimonies for the Church 4:615
.
Dedique tiempo cada día a la oración
—Los creyentes que se
vistan con toda la armadura de Dios y que dediquen algún tiempo
diariamente a la meditación, la oración y el estudio de las Escrituras,
se vincularán con el cielo y ejercerán una influencia salvadora y
transformadora sobre los que los rodean. Suyos serán los grandes
pensamientos, las nobles aspiraciones, y las claras percepciones de
la verdad y el deber para con Dios. Anhelarán la pureza, la luz, el
amor y todas las gracias de origen celestial. Sus sinceras oraciones
penetrarán a través del velo. Esta clase de personas poseerá una
confianza santificada para comparecer ante la presencia del Infinito.
Tendrán conciencia de que la luz y la gloria del cielo son para ellos,
y se convertirán en personas refinadas, elevadas y ennoblecidas por
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causa de esta asociación íntima con Dios. Tal es el privilegio de los
verdaderos cristianos.
No basta la meditación abstracta; no basta la actividad laboriosa;
ambas cosas son esenciales para la formación del carácter cristiano.
La fuerza que se obtiene mediante la oración secreta ferviente nos
prepara para resistir las seducciones de la sociedad; y, sin embargo,
no debemos excluirnos del mundo, porque nuestra experiencia cris-
tiana ha de ser la luz del mundo. La asociación con los incrédulos no
nos hará ningún daño si nos entremezclamos con ellos con el propó-
sito de vincularlos con Dios, y si somos suficientemente fuertes en
lo espiritual para resistir su influencia.—
Testimonios para la Iglesia
5:105, 106
.
Los resultados de la oración diaria
—El alma que se vuelve a
Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder,
tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber,
propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia.
Al mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las
personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan
en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a los
esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más conside-
rada y atenta, nos prepara para los deberes diarios, y preserva la paz
del espíritu, bajo todas las circunstancias.