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La oracíon privada
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mundo de luz están cerca de aquellos que con humildad solicitan la
dirección divina.—
El Deseado de Todas las Gentes, 114
.
Nuestras oraciones no pueden perderse
—Es algo maravilloso
que podamos orar eficazmente; que seres mortales indignos y sujetos
a yerro posean la facultad de presentar sus peticiones a Dios. ¿Qué
facultad más elevada podría desear el hombre que la de estar unido
con el Dios infinito? El hombre débil y pecaminoso tiene el privilegio
de hablar a su Hacedor. Podemos pronunciar palabras que alcanzan el
trono del Monarca del universo. Podemos hablar con Jesús mientras
andamos por el camino, y él dice: Estoy a tu diestra.
Podemos comulgar con Dios en nuestros corazones; podemos
andar en compañerismo con Cristo. Mientras atendemos a nuestro
trabajo diario, podemos exhalar el deseo de nuestro corazón, sin que
lo oiga oído humano alguno; pero aquella palabra no puede perderse
en el silencio, ni puede caer en el olvido. Nada puede ahogar el deseo
del alma. Se eleva por encima del trajín de la calle, por encima del
ruido de la maquinaria. Es a Dios a quien hablamos, y él oye nuestra
oración.
[189]
Pedid, pues; pedid y recibiréis. Pedid humildad, sabiduría, valor,
aumento de fe. Cada oración sincera recibirá una contestación. Tal
vez no llegue ésta exactamente como deseáis, o cuando la esperéis;
pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cuadren a vuestra
necesidad. Las oraciones que elevéis en la soledad, en el cansancio,
en la prueba, Dios las contestará, no siempre según lo esperabais,
pero siempre para vuestro bien.—
Obreros Evangélicos, 271, 272
.
Clamen a Dios todos los que son afligidos o tratados injustamen-
te. Apartaos de aquellos cuyo corazón es como el acero, y haced
vuestras peticiones a vuestro Hacedor. Nunca es rechazado nadie
que acuda a él con corazón contrito. Ninguna oración sincera se
pierde. En medio de las antífonas del coro celestial, Dios oye los
clamores del más débil de los seres humanos. Derramamos los de-
seos de nuestro corazón en nuestra cámara secreta, expresamos una
oración mientras andamos por el camino, y nuestras palabras llegan
al trono del Monarca del universo. Pueden ser inaudibles para todo
oído humano, pero no morirán en el silencio, ni serán olvidadas a
causa de las actividades y ocupaciones que se efectúan. Nada puede
ahogar el deseo del alma. Este se eleva por encima del ruido de
la calle, por encima de la confusión de la multitud, y llega a las