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La oración y la adoración
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por nuestras familias, a menos que nos induzca a ello un profundo
sentimiento, mientras el Espíritu de Dios las está convenciendo. Ge-
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neralmente, el momento apropiado para orar por nuestras familias es
el culto de familia. Cuando las personas objeto de nuestras oraciones
están lejos, la cámara secreta es el lugar apropiado donde se puede
interceder ante Dios en su favor. Cuando estamos en la casa de Dios,
debemos pedir por una bendición actual y esperar que Dios oirá y
contestará nuestras oraciones. Estas reuniones serán interesantes y
llenas de vida.—
Testimonios para la Iglesia, 137
.
A Dios se le debe acercar con reverencia en la oración
—Al-
gunos piensan que es señal de humildad orar a Dios de una manera
común, como si hablaran con un ser humano. Profanan su nombre
mezclando innecesaria e irreverentemente con sus oraciones las pa-
labras “Dios Todopoderoso,” palabras solemnes y sagradas, que no
debieran salir de los labios a no ser en tonos subyugados y con un
sentimiento de reverencia.—
Obreros Evangélicos, 185, 186
.
Es nuestro privilegio arrodillarnos para la oración pública
Tanto en el culto público como en el privado, nuestro deber consiste
en arrodillarnos delante de Dios cuando le ofrecemos nuestras pe-
ticiones. Este acto muestra nuestra dependencia de él.—
Mensajes
Selectos 2:360
.
De acuerdo con la luz que me ha sido dada, sería agradable a
Dios que los ministros se inclinaran tan pronto como suben a la
plataforma, y solemnemente pidieran ayuda a Dios. ¿Qué impresión
haría esto? Habría solemnidad y temor reverente en el pueblo. Su
ministro está en comunión con Dios; se está encomendando a Dios
antes de atreverse a presentarse ante el pueblo. Entonces la solemni-
dad descansa sobre el pueblo, y los ángeles de Dios se acercan más.
Lo primero que deben hacer los ministros al subir a la plataforma es
fijar su vista en Dios, y de ese modo decir a todos: Dios es la fuente
de mi fortaleza.—
Testimonios para la Iglesia 2:542
.
Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y
digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue
al púlpito y pedir fervientemente ayuda a Dios. ¡Qué impresión
hará esto! Habrá solemnidad y reverencia entre los oyentes. Su
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ministro está comulgando con Dios; se está confiando a Dios antes
de atreverse a presentarse delante de la gente. Una solemnidad
desciende sobre todos, y los ángeles de Dios son atraídos muy cerca.