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La Oración
debe ser dirigido con solemnidad y reverencia, como si fuese en la
visible presencia del Maestro de las asambleas.—
Testimonios para
la Iglesia 5:465, 466
.
No siempre se requiere que nos postremos en oración
—No
siempre podemos permanecer de rodillas en oración, pero el camino
hacia el trono de misericordia está siempre abierto. Mientras nos
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dedicamos al trabajo activo, podemos pedirle ayuda; y Aquel que no
nos engañará nos ha prometido: “Y recibiréis”. El cristiano puede
y debe encontrar tiempo para orar. Daniel era un estadista; pesadas
responsabilidades descansaban sobre él, y sin embargo buscaba a
Dios tres veces por día, y el Señor le dio el Espíritu Santo. De modo
que en la actualidad los hombres pueden acudir al pabellón sagrado
del Altísimo y tener la seguridad de su promesa: “Y mi pueblo
habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de
reposo”.
Isaías 32:18
. Todos los que realmente lo desean, pueden
encontrar un lugar para mantener comunión con Dios, donde ningún
oído puede escuchar sino únicamente el que está abierto al clamor
del desvalido, afligido y necesitado, y nota aun la caída del pequeño
gorrión. Él dice: “Más valéis vosotros que muchos pajarillos”.
Mateo
10:31
.—
Consejos Sobre la Salud, 420, 421
.
Muchos se ven abandonados en la tentación porque no han teni-
do la vista siempre fija en el Señor. Al permitir que nuestra comunión
con Dios se interrumpa, perdemos nuestra defensa. Ni aun todos
vuestros buenos propósitos e intenciones os capacitarán para resis-
tir al mal. Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras
peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni caprichosas, sino
ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es necesario arro-
dillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador
cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro tra-
bajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición
de ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración
una oración.—
El Ministerio de Curación, 408
.
En la obra de guardar el corazón, debemos ser constantes en la
oración y pedir ayuda al trono de la gracia incansablemente. Los
que toman el nombre de Cristo debieran acudir a él con fervor y hu-
mildad, suplicando su ayuda. El Salvador nos ha dicho que debemos
orar sin cesar. El cristiano no puede asumir siempre la actitud de
la oración, pero sus pensamientos y deseos pueden dirigirse hacia