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Las actitudes en la oración
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arriba. Si habláramos menos y orásemos más, la confianza en el yo
se desvanecería.—
Hijos e Hijas de Dios, 101
.
[215]
Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siem-
pre podemos orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas
pueden ascender constantemente hacia Dios a fin de solicitar poder
y dirección. Cuando seamos tentados, como lo seremos, podemos
correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos
sostendrán. Que estas palabras nos llenen de gozo: “Pero tienes
unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidu-
ras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”.
Apocalipsis 3:4
.—
Consejos Sobre la Salud, 359
.
Si todos nuestros obreros pudiesen pasar cada día unas pocas
horas trabajando al aire libre, y se sintiesen libres para hacerlo, les
sería una bendición; podrían desempeñar con más éxito los deberes
de su vocación. Si no tienen tiempo para tener un recreo completo,
podrían hacer planes y orar mientras trabajasen con las manos, y
podrían volver a su labor refrigerados en cuerpo y espíritu.—
Obreros
Evangélicos, 254
.
La oración genuina no depende de la hora, ni del lugar ni
de las circunstancias
—Orad en vuestro gabinete; y al ir a vuestro
trabajo cotidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. De
este modo anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan
como precioso incienso al trono de la gracia. Satanás no puede
vencer a aquel cuyo corazón esta así apoyado en Dios. No hay
tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que
pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En
medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos
ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección,
como lo hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey
Artajerjes. En dondequiera que estemos podemos estar en comunión
con él. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón,
e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped
celestial.—
El Camino a Cristo, 99
.
Dondequiera que estemos, sea cual sea nuestro empleo, nuestros
corazones han de elevarse a Dios en oración. Esto es ser constantes
en la oración. No necesitamos esperar hasta que podamos arrodillar-
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nos para orar. En una ocasión, cuando Nehemías se presentó ante
el rey, éste le preguntó por qué parecía tan triste y qué pedido tenía