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La Oración
sa del Señor: “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”
(
Marcos 16:18
), es tan digna de crédito hoy como en tiempos de los
apóstoles, pues denota el privilegio de los hijos de Dios, y nuestra fe
debe apoyarse en todo lo que ella envuelve. Los siervos de Cristo
son canales de su virtud, y por medio de ellos quiere ejercitar su
poder sanador. La tarea nuestra es llevar a Dios en brazos de la fe
a los enfermos y dolientes. Debemos enseñarles a creer en el gran
Médico.—
El Ministerio de Curación, 171, 172
.
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La oración por los enfermos debe tener en cuenta la volun-
tad de Dios
—Al orar por los enfermos debemos recordar que “no
sabemos orar como se debe”.
Romanos 8:26 (VM)
. No sabemos si el
beneficio que deseamos es el que más conviene. Por tanto, nuestras
oraciones deben incluir este pensamiento: “Señor, tú conoces todo
secreto del alma. Conoces también a estas personas. Su Abogado, el
Señor Jesús, dio su vida por ellas. Su amor hacia ellas es mayor de
lo que puede ser el nuestro. Por consiguiente, si esto puede redundar
en beneficio de tu gloria y de estos pacientes, te pedimos, en nombre
de Jesús, que les devuelvas la salud. Si no es tu voluntad que así
sea, te pedimos que tu gracia los consuele, y que tu presencia los
sostenga en sus padecimientos”.
Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todo
hombre. Lee todo secreto del alma. Sabe si aquellos por quienes
se hace oración podrían o no soportar las pruebas que les acome-
terían si hubiesen de sobrevivir. Sabe si sus vidas serían bendición
o maldición para sí mismos y para el mundo. Esto es una razón
para que, al presentarle encarecidamente a Dios nuestras peticiones,
debamos decirle: “Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Lucas 22:42
.—
El Ministerio de Curación, 175
.
Al orar por los enfermos, debemos orar que, si es la voluntad de
Dios, puedan recuperar la salud; pero en caso contrario, que él les
conceda su gracia y consuelo, y que su presencia los sustente en sus
sufrimientos. Muchos que debieran hacer los arreglos finales de su
vida no lo hacen cuando tienen esperanza de que recuperarán la salud
como respuesta a la oración. Alentados por una falsa esperanza, no
sienten la necesidad de aconsejar ni amonestar a sus hijos, padres
o amigos, lo cual es desafortunado. Al aceptar la seguridad de que
serán sanados cuando se ore por ellos, descuidan de hacer referencia
a la forma como sus bienes debieran ser distribuidos, a cómo se