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La Oración
comer y beber, de vestir o de trabajar. Muchas veces uno u otro vicio
ha causado debilidad de la mente o del cuerpo. Si las tales personas
consiguieran la bendición de la salud, muchas de ellas reanudarían su
vida de descuido y transgresión de las leyes naturales y espirituales
de Dios, arguyendo que si Dios las sana en respuesta a la oración,
pueden con toda libertad seguir sus prácticas malsanas y entregarse
sin freno a sus apetitos. Si Dios hiciera un milagro devolviendo la
salud a estas personas, daría alas al pecado.
Trabajo perdido es enseñar a la gente a considerar a Dios como
sanador de sus enfermedades, si no se le enseña también a desechar
las prácticas malsanas. Para recibir las bendiciones de Dios en res-
puesta a la oración, se debe dejar de hacer el mal y aprender a hacer
el bien. Las condiciones en que se vive deben ser saludables, y los
hábitos de vida correctos. Se debe vivir en armonía con la ley natural
y espiritual de Dios.—
El Ministerio de Curación, 173, 174
.
La oración por curaciones milagrosas puede llevar al fana-
tismo
—Algunos preguntan: “¡Cómo es eso! ¿No se ofrecen ora-
ciones para obtener sanidad milagrosa de los enfermos en lugar de
establecer tantos sanatorios?” Si se hiciera esto en nuestras filas
surgiría un gran fanatismo. Los que tienen mucha confianza propia
de inmediato entrarían en acción.—
El Evangelismo, 432
.
El tomar medidas apropiadas no es una negación de fe en la
oración por los enfermos
—Muchos de los que buscan la salutífera
gracia del Señor piensan que debieran recibir directa e inmediata
respuesta a sus oraciones, o si no, que su fe es defectuosa. Por esta
razón, conviene aconsejar a los que se sienten debilitados por la
enfermedad, que obren con toda discreción. No deben desatender
sus deberes para con sus amigos que les sobrevivan, ni descuidar el
uso de los agentes naturales para la restauración de la salud.
A menudo hay peligro de errar en esto. Creyendo que serán
sanados en respuesta a la oración, algunos temen hacer algo que
parezca indicar falta de fe. Pero no deben descuidar el arreglo de sus
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asuntos como desearían hacerlo si pensaran morir. Tampoco deben
temer expresar a sus parientes y amigos las palabras de aliento o los
buenos consejos que quieran darles en el momento de partir.—
El
Ministerio de Curación, 176, 177
.
Después de haber orado fervientemente por el enfermo, ¿enton-
ces qué? ¿Debo yo desistir en hacer todo lo posible por su recupera-