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Oraciones falsas
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La oración no es expiación del pecado, y de por sí no tiene mé-
rito ni virtud. Todas las palabras floridas que tengamos a nuestra
disposición no equivalen a un solo deseo santo. Las oraciones más
elocuentes son palabrería vana si no expresan los sentimientos sin-
ceros del corazón. La oración que brota del corazón ferviente, que
expresa con sencillez las necesidades del alma así como pediría-
mos un favor a un amigo terrenal esperando que lo hará, ésa es la
oración de fe. Dios no quiere nuestras frases de simple ceremo-
nia; pero el clamor inaudible de quien se siente quebrantado por la
convicción de sus pecados y su debilidad llega al oído del Padre
misericordioso.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 74, 75
.
La oración no es evidencia de conversión si la vida no ha
cambiado
—Satanás induce a las personas a pensar que, porque han
experimentado un arrobamiento de los sentimientos, están conver-
tidas. Pero su vida no cambia. Sus actos siguen siendo los mismos
que antes. Sus vidas no muestran buen fruto. Oran frecuente y
largamente, y se refieren constantemente a los sentimientos que ex-
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perimentaron en tal o cual ocasión. Pero no viven la nueva vida.
Están engañados. Su experiencia no va más allá de los sentimientos.
Edifican sobre arena, y cuando soplan vientos adversos, su casa se
derrumba.
Muchas pobres almas andan a tientas en las tinieblas, en busca
de los sentimientos que otros dicen haber experimentado. Pasan
por alto el hecho de que el creyente en Cristo debe obrar su propia
salvación con temor y temblor. El pecador convicto tiene algo que
hacer. Debe arrepentirse y manifestar verdadera fe.
Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a
la vida, al ser entero. Experimentar un cambio de corazón es apartar
los afectos del mundo y fijarlos en Cristo. Tener un nuevo corazón
es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál
es la señal de un corazón nuevo? Una vida cambiada. Se produce
día tras día, hora tras hora, una muerte del orgullo y el egoismo.—
Mensajes para los Jóvenes, 69, 70
.
La oración no sustituye a la obediencia
—Hay hombres y mu-
jeres que seguirán sus propias inclinaciones aun frente a las más
claras órdenes de Dios, y luego se atreverán a orar sobre el asunto,
pidiéndole a Dios que les permita continuar en dirección contraria
a su voluntad. Satanás se acerca a tales personas, tal como lo hizo