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Nuestra necesidad de la oración
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en el que necesitamos humillar nuestras almas delante de Dios, es
ahora. Necesitamos ir a Dios con fe de que todo está prometido en la
Palabra, y luego caminar en toda la luz y el poder que da Dios.—
The
Review and Herald, 1 de julio de 1909
.
La oración: una necesidad diaria
—La religión debe comenzar
con el vaciamiento y la purificación del corazón, y debe ser nutrida
por la oración diaria.—
Testimonies for the Church 4:535
.
Es tan conveniente y esencial para nosotros orar tres veces al día
como lo era para Daniel. La oración es la vida del alma, el funda-
mento del crecimiento espiritual. En el hogar, delante de la familia
[21]
y ante los compañeros de trabajo deberíamos testificar de esta ver-
dad. Y cuando tengamos el privilegio de encontrarnos con nuestros
hermanos en la iglesia, hablémosles de la necesidad de mantener
abierto el canal de comunicación entre Dios y el alma. Digámosles
que si ellos encuentran corazón y voz para orar, Dios encontrará
las respuestas a sus oraciones. Digámosles que no descuiden sus
deberes religiosos. Exhortemos a los hermanos a que oren. Debemos
buscar para encontrar, debemos pedir para recibir, debemos llamar
para que las puertas se nos abran.—
The Signs of the Times, 10 de
febrero de 1890
.
En el servicio del sacerdocio judío continuamente se nos recuer-
da el sacrificio y la intercesión de Cristo. Todos los que hoy acuden
a Cristo, deben recordar que los méritos de él son el incienso que se
mezcla con las oraciones de los que se arrepienten de sus pecados
y reciben perdón, misericordia y gracia. Nuestra necesidad de la
intercesión de Cristo es constante. Día tras día, mañana y tarde, el
corazón humilde necesita elevar oraciones que recibirán respuestas
de gracia, paz y gozo. “Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de
él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen
su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis;
porque de tales sacrificios se agrada Dios”.—
Comentario Bíblico
Adventista 6:1078
.
Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a
Dios deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establezcan.
Si alguna vez hubo un tiempo cuando todo hogar debería ser una
casa de oración, es ahora. Los padres y las madres deberían elevar
sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente por
ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la