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La Oración
familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y
de la noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y
alabanza. Jesús se complace en morar en un hogar tal.
De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor
debe expresarse en hechos. Debe manifestarse en todas las relaciones
del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y
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desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este
principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor
verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración
asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y
las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el
rocío de la mañana.—
Patriarcas y Profetas, 140
.
Al seguir a Cristo, mirando al Autor y Consumador de su fe,
sentirá que está obrando bajo su mirada, que está bajo la influencia
de su presencia, y que él conoce los secretos de su corazón. A cada
paso, humildemente inquirirá: ¿Complacerá esto a Jesús? ¿Glori-
ficará a Dios? Cada mañana y cada tarde sus oraciones fervientes
deberían ascender ante Dios suplicando su bendición y guía. La
oración verdadera se aferra al Omnipotente y nos da la victoria. Es
sobre sus rodillas que el cristiano obtiene la fortaleza para resistir la
tentación.—
Testimonies for the Church 4:615, 616
.
Mientras de mañana y de tarde los sacerdotes entraban en el
lugar santo a la hora de ofrecer el incienso, el sacrificio diario estaba
listo para ser colocado sobre el altar de los holocaustos, en el atrio.
Esta era una hora de intenso interés para los adoradores que se
congregaban ante el tabernáculo. Antes de allegarse a la presencia
de Dios por medio del ministerio del sacerdote, debían hacer un
ferviente examen de sus corazones y luego confesar sus pecados. Se
unían en oración silenciosa, con los rostros vueltos hacia el lugar
santo. Así sus peticiones ascendían con la nube de incienso, mientras
la fe aceptaba los méritos del Salvador prometido al que simbolizaba
el sacrificio expiatorio.
Las horas designadas para el sacrificio matutino y vespertino se
consideraban sagradas, y toda la nación judía llegó a observarlas
como momentos dedicados al culto. Y cuando en tiempos posteriores
los judíos fueron diseminados como cautivos en distintos países,
aún entonces a la hora indicada dirigían el rostro hacia Jerusalén,
y elevaban sus oraciones al Dios de Israel. En esta costumbre los