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La Oración
atreverse a arrostrar a un enemigo tan terrible. Todo otro medio de
defensa es completamente vano. Es únicamente por Cristo cómo
es limitado el poder de Satanás. Esta es una verdad portentosa que
todos debieran entender. Satanás está ocupado en todo momento,
yendo de aquí para allá en la tierra, buscando a quien devorar. Pero
la ferviente oración de fe frustrará sus esfuerzos más arduos. Em-
brazad, pues, hermanos, “el escudo de la fe, con que podáis apagar
todos los dardos de fuego del maligno”.—
Joyas de los Testimonios
2:106
.
La oración desvía los ataques de Satanás
—La oración nos
une mutuamente y con Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado,
y da al alma desfalleciente y perpleja nueva energía para vencer al
mundo, a la carne y al demonio. La oración aparta los ataques de
Satanás.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 195
.
Debemos llevar puesta la completa armadura de Dios, y estar
listos en todo momento para sostener el conflicto con las potestades
de las tinieblas. Cuando nos asalten las tentaciones y las pruebas,
acudamos a Dios para luchar con él en oración. No dejará que
volvamos vacíos, sino que nos dará fortaleza y gracia para vencer y
quebrantar el poderío del enemigo.—
Primeros Escritos, 46
.
[271]
Satanás tiembla al sonido de la oración
—Si Satanás ve que
corre peligro de perder a un alma, hace cuanto puede para conservar-
la. Y cuando la persona llega a darse cuenta del peligro que corre, y
con angustia y fervor busca fortaleza en Jesús, Satanás teme perder
un cautivo, y llama un refuerzo de sus ángeles para rodear a la pobre
alma y formar una muralla de tinieblas en derredor de ella con el
propósito de que la luz del cielo no la alcance. Pero si el que está en
peligro persevera, y en su impotencia se aferra a los méritos de la
sangre de Cristo, nuestro Salvador escucha la ferviente oración de
fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para que lo
libren.
Satanás no puede soportar que se recurra a su poderoso rival,
porque teme y tiembla ante su fuerza y majestad. Al sonido de la
oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla. Él continúa
llamando legiones de malos ángeles, para lograr su objeto. Cuan-
do los ángeles todopoderosos, revestidos de la armadura del cielo,
acuden en auxilio del alma perseguida y desfalleciente, Satanás y
su hueste retroceden, sabiendo perfectamente que han perdido la