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La Oración
En el cielo no se sirve con espíritu legalista. Cuando Satanás
se rebeló contra la ley de Jehová, la noción de que había una ley
sorprendió a los ángeles casi como algo en que no habían soñado
antes. En su ministerio, los ángeles no son como siervos, sino como
hijos. Hay perfecta unidad entre ellos y su Creador. La obediencia
no es trabajo penoso para ellos. El amor a Dios hace de su servicio
un gozo. Así sucede también con toda alma en la cual mora Cristo,
la esperanza de gloria. Ella repite lo que dijo él: “Me complazco
en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi
corazón”.
Salmos 40:8
.
Al orar: “Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en
la tierra”, se pide que el reino del mal en este mundo termine, que el
pecado sea destruido para siempre, y que se establezca el reino de
la justicia. Entonces, así como en el cielo, se cumplirá en la tierra
“todo su bondadoso beneplácito”.
2 Tesalonicenses 1:11
.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo. hoy”
.
Mateo 6:11
.
La primera mitad de la oración que Jesús nos enseñó tiene que
ver con el nombre, el reino y la voluntad de Dios: que sea honrado
su nombre, establecido su reino y hecha su voluntad. Y así, cuando
hayamos hecho del servicio de Dios nuestro primer interés, podre-
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mos pedir que nuestras propias necesidades sean suplidas y tener la
confianza de que lo serán. Si hemos renunciado al yo y nos hemos
entregado a Cristo, somos miembros de la familia de Dios, y todo
cuanto hay en la casa del Padre es nuestro. Se nos ofrecen todos
los tesoros de Dios, tanto en el mundo actual como en el venidero.
El ministerio de los ángeles, el don del Espíritu, las labores de los
siervos, todas estas cosas son para nosotros. El mundo, con cuanto
contiene, es nuestro en la medida en que pueda beneficiarnos. Aun
la enemistad de los malos resultará una bendición, porque nos dis-
ciplinará para entrar en los cielos. Si somos “de Cristo”, “todo” es
nuestro. Ver
1 Corintios 3:23, 21
.
Por ahora somos como hijos que aún no disfrutan de su herencia.
Dios no nos confía nuestro precioso legado, no sea que Satanás
nos engañe con sus artificios astutos, como engañó a la primera
pareja en el Edén. Cristo lo guarda seguro para nosotros fuera del
alcance del despojador. Como hijos, recibiremos día tras día lo
que necesitamos para el presente. Diariamente debemos pedir: “El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. No nos desalentemos si no