Página 285 - La Oraci

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El padrenuestro
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la lucha y la ruina de la nación, los discípulos estarían acosados de
peligros, y a menudo el miedo oprimiría sus corazones. Habrían de
ver a Jerusalén desolada, el templo arrasado, su culto suprimido para
siempre, e Israel esparcido por todas las tierras como náufragos en
una playa desierta. Dijo Jesús: “Oiréis hablar de guerras y rumores
de guerras... Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
y habrá pestes, y hambres, y terremotos por diferentes lugares. Y
todo esto será principio de dolores”.
Mateo 24:6-8
. A pesar de
ello, los discípulos de Cristo no debían pensar que su esperanza era
vana ni que Dios había abandonado al mundo. El poder y la gloria
pertenecen a Aquel cuyos grandes propósitos se irán cumpliendo
sin impedimento hasta su consumación. En aquella oración, que
expresaba sus necesidades diarias, la atención de los discípulos de
Cristo fue dirigida, por encima de todo el poder y el dominio del
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mal, hacia el Señor su Dios, cuyo reino gobierna a todos, y quien es
Padre y Amigo eterno.
La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abrumará
al mundo. Las profecías que se cumplieron en parte en la destrucción
de Jerusalén, se aplican más directamente a los días finales. Estamos
ahora en el umbral de acontecimientos grandes y solemnes. Nos
espera una crisis como jamás ha presenciado el mundo. Tal como
a los primeros discípulos, nos resulta dulce la segura promesa de
que el reino de Dios se levanta sobre todo. El programa de los
acontecimientos venideros está en manos de nuestro Hacedor. La
Majestad del cielo tiene a su cargo el destino de las naciones, así
como también lo que atañe a la iglesia. El Instructor divino dice a
todo instrumento en el desarrollo de sus planes, como dijo a Ciro:
“Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste”.
Isaías 45:5
.
En la visión del profeta Ezequiel se veía como una mano debajo
de las alas de los querubines. Era para enseñar a sus siervos que el
poder divino es lo que les da éxito. Aquellos a quienes Dios emplea
como mensajeros suyos no deben pensar que su obra depende de
ellos. No se deja a los seres finitos la tarea de asumir esta carga de
responsabilidad. El que no duerme, sino que obra incesantemen-
te por el cumplimiento de sus propósitos, hará progresar su causa.
Estorbará los planes de los impíos y confundirá los proyectos de
quienes intenten perjudicar a su pueblo. El que es el Rey, Jehová
de los ejércitos, está sentado entre los querubines, y en medio de la