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La Oración
su carácter horrible y repugnante, y deseamos que sea expulsado del
alma. A medida que el Espíritu Santo glorifique a Cristo, nuestro
corazón se ablanda y se somete, la tentación pierde su poder y la
gracia de Cristo transforma el carácter.
Cristo no abandonará al alma por la cual murió. Ella puede
dejarlo a él y ser vencida por la tentación; pero nunca puede apar-
tarse Cristo de uno a quien compró con su propia vida. Si pudiera
agudizarse nuestra visión espiritual, veríamos almas oprimidas y
sobrecargadas de tristeza, a punto de morir de desaliento. Vería-
mos ángeles volando rápidamente para socorrer a estos tentados,
quienes se hallan como al borde de un precipicio. Los ángeles del
cielo rechazan las huestes del mal que rodean a estas almas, y las
guían hasta que pisen un fundamento seguro. Las batallas entre los
dos ejércitos son tan reales como las que sostienen los ejércitos del
mundo, y del resultado del conflicto espiritual dependen los destinos
eternos.
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A nosotros, como a Pedro, se nos dice: “Satanás os ha pedido
para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no
falte”.
Lucas 22:31, 32
. Gracias a Dios, no se nos deja solos. Él que
“de tal manera amó... al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
(
Juan 3:16
), no nos abandonará en la lucha contra el enemigo de
Dios y de los hombres. “He aquí—dice—os doy potestad de hollar
serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará”.
Lucas 10:19
.
Vivamos en contacto con el Cristo vivo, y él nos asirá firme-
mente con una mano que nos guardará para siempre. Creamos en
el amor con que Dios nos ama, y estaremos seguros; este amor es
una fortaleza inexpugnable contra todos los engaños y ataques de
Satanás. “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo,
y será levantado”.
Proverbios 18:10
.
“Porque tuyo es el reino, y el poder, y la. gloria”
.
Mateo 6:13
.
La última frase del Padrenuestro, así como la primera, señala
a nuestro Padre como superior a todo poder y autoridad y a todo
nombre que se mencione. El Salvador contemplaba los años que
esperaban a los discípulos, no con el esplendor de la prosperidad y
el honor mundanos con que habían soñado, sino en la oscuridad de
las tempestades del odio humano y de la ira satánica. En medio de