Página 300 - La Oraci

Basic HTML Version

296
La Oración
seguros de que Dios es capaz de cumplir lo que ha prometido y que
el don, que ya poseemos, se manifestará cuando más lo necesitemos.
Vivir así, dependiendo de la palabra de Dios, significa entregarle
toda la vida. Se experimentará una permanente sensación de necesi-
dad y dependencia, una búsqueda de Dios por parte del corazón. La
oración es una necesidad porque es la vida del alma. La oración en
familia, la oración en público, tienen su lugar, pero es la comunión
secreta con Dios la que sostiene la vida del alma.
En el monte, junto a Dios, Moisés contempló el modelo del her-
moso edificio que había de ser la morada de su gloria. En el monte,
junto a Dios, en el lugar secreto de comunión, podemos contemplar
su glorioso ideal para la humanidad. De ese modo podremos levan-
tar el edificio de nuestro carácter en forma tal que se cumpla para
nosotros su promesa: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo”.
2 Corintios 6:16
.
Jesús recibió sabiduría y poder durante su vida terrenal, en las
horas de oración solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen
[319]
a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud
para tener comunión con su Padre celestial. Y durante el día eleven
su corazón a Dios. A cada paso que damos en nuestro camino, nos
dice: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano
derecha... no temas, yo te ayudo”.
Isaías 41:13
. Si nuestros hijos
pudieran aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura
y poder, qué gozo y dulzura se manifestaría en su existencia!
Estas lecciones puede enseñarlas sólo el que las ha aprendido.
La enseñanza de la Escritura no tiene mayor efecto sobre los jóvenes
porque tantos padres y maestros que profesan creer en la Palabra
de Dios niegan su poder en sus vidas. A veces los jóvenes sienten
el poder de la Palabra. Ven la hermosura del amor de Cristo. Ven
la belleza de su carácter, las posibilidades de una vida dedicada
a su servicio. Pero ven en contraste la vida de los que profesan
reverenciar los preceptos de Dios. A cuántos se aplican las palabras
que fueron dichas al profeta Ezequiel:
“Los hijos de tu pueblo se mofan de ti junto a las paredes y a
las puertas de las casas, y habla el uno con el otro, cada uno con su
hermano, diciendo: Venid ahora, y oíd qué palabra viene de Jehová.
Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como
pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes