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La Oración
En el monte, junto a Dios, Moisés contempló el modelo del her-
moso edificio que había de ser la morada de su gloria. En el monte,
junto a Dios, en el lugar secreto de comunión, podemos contemplar
su glorioso ideal para la humanidad. De ese modo podremos levan-
tar el edificio de nuestro carácter en forma tal que se cumpla para
nosotros su promesa: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo”.
2 Corintios 6:16
.
Jesús recibió sabiduría y poder, durante su vida terrenal, en las
horas de oración solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen
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a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud
para tener comunión con su Padre celestial. Y durante el día eleven
su corazón a Dios. A cada paso que damos en nuestro camino, nos
dice: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano
derecha... no temas, yo te ayudo”.
Isaías 41:13
. Si nuestros hijos
pudieran aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura
y poder, qué gozo y dulzura se manifestaría en su existencia!—
La
Educación, 258, 259
.
Pedir con fe trae ricas bendiciones
—En las palabras que diri-
gimos a la gente y en las oraciones que ofrecemos, Dios desea que
demos evidencia inequívoca de que poseemos vida espiritual. No
disfrutamos la plenitud de la bendición que el Señor ha preparado
para nosotros, porque no pedimos con fe. Si ejercitásemos fe en
la Palabra del Dios viviente, tendríamos las más ricas bendiciones.
Deshonramos a Dios por nuestra falta de fe; por lo tanto no podemos
impartir vida a otros, dando un testimonio viviente y elevador. No
podemos dar lo que no poseemos.—
Testimonios Selectos 4:81
.
Pidamos con fe, para luego recibir
—Podemos obtener fuerza
de Dios. El puede ayudarnos. Puede darnos gracia y sabiduría celes-
tial. Si pedís con fe, recibiréis, pero debéis velar en oración. Velar,
orar, trabajar, debiera ser vuestra consigna.—
Testimonios para la
Iglesia 2:380
.
La fe reclama la bendición antes de ser recibida
—He obser-
vado frecuentemente que los hijos del Señor descuidan la oración,
y sobre todo la oración secreta; la descuidan demasiado. Muchos
no ejercitan la fe que es su privilegio y deber ejercitar, y a menu-
do aguardan aquel sentimiento íntimo que sólo la fe puede dar. El
sentimiento de por sí no es fe. Son dos cosas distintas. A nosotros
nos toca ejercitar la fe; pero el sentimiento gozoso y sus beneficios