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La Oración
el Señor, declarando su fidelidad, y él cumplirá su palabra. Aguar-
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den, no con ansiedad inquieta, sino con fe indómita y confianza
inconmovible.—
Testimonios para la Iglesia 7:232, 233
.
Oremos con confianza
—Es la sentida oración de fe la que es oí-
da en el cielo y contestada en la tierra. Dios entiende las necesidades
de la humanidad. Él sabe lo que deseamos antes que se lo pidamos.
Él ve el conflicto del alma con la duda y la tentación. Nota la since-
ridad del suplicante. Aceptará la humillación y aflicción del alma.
“A aquél miraré que es pobre y humilde de espíritu—declara—, y
que tiembla ante mi palabra”.
Isaías 66:2
.
Es privilegio nuestro orar con confianza, pues el Espíritu para-
frasea nuestras peticiones. Con sencillez debemos presentar nuestras
necesidades al Señor, y apropiarnos de su promesa.—
La Maravillosa
Gracia, 92
.
Jesús está tan deseoso de escuchar oraciones hoy como cuan-
do estuvo en la tierra
—Por otra parte la sabiduría mundana enseña
que la oración no es de todo punto necesaria. Los hombres de ciencia
declaran que no puede haber respuesta real a las oraciones; que esto
equivaldría a una violación de las leyes naturales, a todo un milagro,
y que los milagros no existen. Dicen que el universo está gobernado
por leyes inmutables y que Dios mismo no hace nada contrario a
esas leyes. De suerte que representan a Dios ligado por sus propias
leyes; como si la operación de las leyes divinas excluyese la libertad
divina. Tal enseñanza se opone al testimonio de las Sagradas Escri-
turas. ¿Acaso Cristo y sus apóstoles no hicieron milagros? El mismo
Salvador compasivo vive en nuestros días, y está tan dispuesto a
escuchar la oración de la fe como cuando andaba en forma visible
entre los hombres.—
El Conflicto de los Siglos, 579, 580
.
La oración de fe expresa el simple deseo del alma
—La ora-
ción no es expiación del pecado, y de por sí no tiene mérito ni virtud.
Todas las palabras floridas que tengamos a nuestra disposición no
equivalen a un solo deseo santo. Las oraciones más elocuentes son
palabrería vana si no expresan los sentimientos sinceros del cora-
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zón. La oración que brota del corazón ferviente, que expresa con
sencillez las necesidades del alma así como pediríamos un favor a
un amigo terrenal esperando que lo hará, ésa es la oración de fe.
Dios no quiere nuestras frases de simple ceremonia; pero el clamor
inaudible de quien se siente quebrantado por la convicción de sus