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La Oración
pecados, e invocamos la eficacia de la sangre expiatoria de Cristo,
nuestras oraciones han de ascender al cielo, fragantes con los méritos
del carácter de nuestro Salvador. A pesar de nuestra indignidad,
siempre hemos de tener en cuenta que hay Uno que puede quitar el
pecado, y que está dispuesto y deseoso de salvar al pecador. Con
su propia sangre pagó la pena por todos los malhechores. Todo
pecado reconocido delante de Dios con un corazón contrito, él lo
quitará. “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve
serán emblanquecidos, si fueren rojos como el carmesí, vendrán a
ser como blanca lana”.
Isaías 1:18
.—
The Review and Herald, 29 de
septiembre de 1896
.
Las oraciones no valen si hay iniquidad en el corazón
—“Por-
que la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
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hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los de-
seos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
Tito 2:11, 12
. Cristo dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Mateo 5:48
. ¿Qué
sirven sus oraciones si usted alberga iniquidad en su corazón? A
menos que haga un cambio completo, dentro de poco se cansará
del reproche, como lo hicieron los hijos de Israel; y, como ellos,
apostatará. Algunos de ustedes reconocen de palabras el reproche,
pero no lo aceptan de corazón. Siguen como antes, sólo que menos
susceptibles a la influencia del Espíritu de Dios, haciéndose más
y más ciegos, teniendo menos sabiduría, menos control sobre us-
tedes mismos, menos poder moral, y menos celo y gusto por los
ejercicios religiosos; y, a menos que sean convertidos, últimamen-
te perderán por completo su vínculo con Dios. No han realizado
cambios decididos en su vida al llegar la amonestación, porque no
han visto y reconocido sus defectos de carácter y el gran contraste
entre su vida y la vida de Cristo. Ha sido su costumbre colocarse
en una posición donde no pierdan por completo la confianza de sus
hermanos.—
Testimonies for the Church 4:332
.
La oración no reemplaza a la obediencia
—El cumplimiento
de las promesas de Dios es condicional, y la oración no ocupará
nunca el lugar del deber. “Si me amáis—dice Cristo—, guardad
mis mandamientos”. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
aquel es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre,
y yo le amaré, y me manifestaré a él”.
Juan 14:15, 21
. Aquellos que