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La oración que vence
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cuando andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano. Elé-
vese el corazón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de luz,
de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración.—
El
Ministerio de Curación, 408
.
Oremos con fe inquebrantable
—Orad, sí, orad, con fe y con-
fianza inquebrantables. El ángel del pacto, a saber, nuestro Señor
Jesucristo, es el Mediador que asegura la aceptación de las oraciones
de sus creyentes.—
La Maravillosa Gracia, 85
.
Oremos con audacia
—¿Por qué no oramos como quienes tie-
nen una conciencia libre de ofensa, y pueden allegarse al trono de
gracia con humildad, aunque con santa osadía, alzando manos san-
tas sin ira ni duda? No nos postremos hasta cubrir nuestros rostros
como si hubiese algo que deseamos ocultar; antes alcemos nuestros
ojos hasta el Santuario celestial, donde Cristo nuestro mediador está
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delante del Padre, para ofrecer, como fragante incienso, nuestras ora-
ciones mezcladas con sus propios méritos y su justicia inmaculada.
Somos invitados a venir, a pedir, a buscar, a llamar; y se nos
asegura que no acudiremos en vano. Jesús dice: “Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel
que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
Mateo 7:7, 8
.—
Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, 229
.
Las oraciones fervientes ascienden como una influencia fra-
gante
—Han soportado voluntariamente penurias y privaciones, y
han orado por el éxito de la causa. Sus donativos y sus sacrificios
manifiestan la ferviente gratitud y la alabanza de su parte a Aquel
que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ningún incienso
más fragante puede ascender al cielo. Sus oraciones y sus donati-
vos permanecen delante de Dios como un monument.—
Mensajes
Selectos 2:242, 243
.
Dos hermosos querubines estaban de pie en cada extremo del
arca con las alas desplegadas sobre ella, y tocándose una a otra por
encima de la cabeza de Jesús, de pie ante el propiciatorio. Estaban los
querubines cara a cara, pero mirando hacia el arca, en representación
de toda la hueste angélica que contemplaba con interés la ley de
Dios. Entre los querubines había un incensario de oro, y cuando
las oraciones de los santos, ofrecidas con fe, subían a Jesús y él
las presentaba a su Padre, una nube fragante subía del incienso
a manera de humo de bellísimos colores. Encima del sitio donde