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La Oración
estaba Jesús ante el arca, había una brillantísima gloria que no pude
mirar. Parecía el trono de Dios. Cuando el incienso ascendía al Padre,
la excelsa gloria bajaba del trono hasta Jesús, y de él se derramaba
sobre aquellos cuyas plegarias habían subido como suave incienso.
La luz se derramaba sobre Jesús en copiosa abundancia y cubría
el propiciatorio, mientras que la estela de gloria llenaba el templo.
No pude resistir mucho tiempo el vivísimo fulgor. Ninguna lengua
acertaría a describirlo. Quedé abrumada y me desvié de la majestad
y gloria del espectáculo.—
Primeros Escritos, 251, 252
.
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Hemos de imitar el ejemplo de Cristo de orar en todo tiem-
po
—La fortaleza de Cristo provenía de la oración. Había tomado
sobre sí la humanidad, llevó nuestras enfermedades y se hizo pe-
cado por nosotros. Cristo se retiraba a los huertos o las montañas,
alejándose del mundo y todo lo demás. Estaba a solas con su Padre.
Con fervor intenso, derramaba sus súplicas, y ponía todo el poder
de su alma en aferrarse de la mano del Infinito. Cuando enfrentaba
pruebas nuevas y mayores, se alejaba, buscando la soledad de las
montañas, y pasaba la noche entera en oración a su Padre celestial.
Siendo Cristo nuestro ejemplo en todas las cosas, si imitamos su
ejemplo de oración ferviente e insistente al Dios que da poder, en
el nombre de quién nunca se rindió ante las tentaciones de Satanás,
para poder resistir las asechanzas del enemigo astuto, nunca seremos
vencidos por él.—
The Youth’s Instructor, 1 de abril de 1873
.
El esfuerzo perseverante y la oración nos preparan para los
deberes diarios
—No será vana la petición de los que buscan a Dios
en secreto, confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. “Tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Si nos aso-
ciamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los
poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejare-
mos a él. Contemplándolo, seremos transformados. Nuestro carácter
se suavizará, se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El
resultado seguro de nuestra comunión con Dios será un aumento de
piedad, pureza y celo. Oraremos con inteligencia cada vez mayor.
Estamos recibiendo una educación divina, la cual se revela en una
vida diligente y fervorosa.
El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para
pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos
claros de la verdad y del deber, propósito elevados, así como sed