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La oración que vence
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violar su ley, creyendo que su gran amor los salvaría de las conse-
cuencias de su pecado. No es fe la que pretende el favor del cielo sin
cumplir con las condiciones en que se ha de otorgar la misericordia.
La verdadera fe tiene su cimiento en las promesas y provisiones de
las Escrituras.
El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre del
alma ni fe viva, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que lo acepta
meramente como Salvador del mundo, no podrá nunca reportar
sanidad al alma. La fe que salva no es un mero reconocimiento
intelectual de la verdad. Aquel que aguarda hasta tener conocimiento
completo antes de querer ejercer fe, no puede recibir la bendición
de Dios.
No es suficiente creer acerca de Cristo; tenemos que creer en él.
La única fe que nos beneficiará es la que lo acepta como Salvador
personal; la que se apropia de sus méritos para nosotros mismos.
Muchos estiman la fe como una opinión. Pero la fe salvadora es
una transacción, por la cual aquellos que reciben a Cristo se unen a
Dios por un pacto. La fe verdadera es vida. Una fe viva significa un
aumento de vigor, una confianza implícita, por la cual el alma llega
a ser una fuerza vencedora.—
Obreros Evangélicos, 274, 275
.
La oración vencerá a Satanás
—La oración de fe es la gran
fortaleza del cristiano y ciertamente prevalecerá contra Satanás. Por
eso él insinúa que no necesitamos orar. Él detesta el nombre de
Jesús, nuestro Abogado; y cuando acudimos sinceramente a él en
busca de ayuda, la hueste satánica se alarma. Cuando descuidamos la
oración actuamos de acuerdo con su propósito, porque entonces sus
maravillas mentirosas se reciben con más facilidad.—
Testimonios
para la Iglesia 1:267
.
Con la oración se alcanzan las mayores victorias
—Las ma-
yores victorias ganadas para la causa de Dios no son resultado de
complicadas discusiones, amplias facilidades, extensa influencia o
abundancia de recursos; se obtienen en la cámara de audiencia con
Dios, cuando con fe ferviente y agonizante los hombres se asen de
su brazo poderoso.—
Obreros Evangélicos, 273
.
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