Página 101 - Primeros Escritos (1962)

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Sueños de la Sra. de White
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Soñé que veía un templo al cual acudían muchas personas, y
únicamente quienes en él se refugiasen podrían ser salvas al fin de
los tiempos, pues todos los que se quedasen fuera del templo, serían
perdidos para siempre. Las muchedumbres que iban por diversos
caminos en las afueras del templo se burlaban de los que entraban en
él y los ridiculizaban diciéndoles que aquel plan para tener seguridad
era un artero engaño, pues en realidad no había peligro alguno que
evitar. Hasta trababan de algunos para impedirles que entraran en el
templo.
Temerosa de ser ridiculizada, pensé que era mejor esperar que
la multitud se dispersara o hasta tener ocasión de entrar sin que me
vieran. Pero el número fué aumentando en vez de disminuir, hasta
que, recelosa de que se me hiciese demasiado tarde, me apresuré a
salir de mi casa y abrirme paso a través de la multitud, sin reparar en
ella. Tan viva era la ansiedad que tenía de verme dentro del templo.
Al entrar en él, vi que el amplio templo estaba sostenido por una
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inmensa columna, y atado a ella había un Cordero, todo él mutilado
y ensangrentado. Los presentes sabíamos que aquel Cordero había
sido desgarrado y quebrantado por nuestras culpas. Todos cuantos
entraban en el templo habían de postrarse ante él y confesar sus
pecados.
Precisamente delante del Cordero vi asientos altos donde estaba
sentada una hueste que parecía muy feliz. La luz del cielo iluminaba
sus semblantes, y alababan a Dios elevando cánticos de acción de
gracias, semejantes a la música de los ángeles. Eran los que se habían
presentado ante el Cordero, habían confesado sus pecados y recibido
el perdón de ellos, y ahora aguardaban con gozosa expectación algún
dichoso acontecimiento.
Aun después de haber entrado en el templo, me sentí sobreco-
gida de temor y vergüenza por tener que humillarme a la vista de
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