Página 110 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
nos hemos familiarizado, y el mismo tono de voz que tenían en vida
caerá en nuestros oídos. Todo esto será destinado a engañar a los
santos y seducirlos para que crean en este engaño.
Vi que los santos deben obtener una comprensión cabal de la
verdad presente, que deberán sostener por las Escrituras. Necesitan
comprender lo referente a la condición de los muertos; porque aún
les aparecerán espíritus de demonios que se darán por sus seres
queridos y parientes, y les enseñarán que el día de reposo ha sido
cambiado, y otras doctrinas ajenas a la Biblia. Harán cuanto esté
en su poder para despertar simpatía y realizarán milagros delante
de ellos para confirmar lo que declaren. El pueblo de Dios debe
estar preparado para resistir a estos espíritus con la verdad bíblica
de que los muertos nada saben, y que los que se les aparecen son
espíritus de demonios. Nuestro ánimo no debe ser embargado por
las cosas que nos rodean, sino ocuparse con la verdad presente y la
preparación que necesitamos para dar razón de nuestra esperanza
con mansedumbre y temor. Debemos buscar sabiduría de lo alto
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para poder subsistir en este día de errores y engaños.
Debemos examinar cuidadosamente el fundamento de nuestra
esperanza, porque tendremos que dar razón de ella basados en las
Escrituras. Este engaño se difundirá, y tendremos que contender
con él cara a cara; y a menos que estemos preparados para ello,
quedaremos entrampados y vencidos. Pero si hacemos todo lo que
podemos de nuestra parte a fin de estar listos para el conflicto que nos
espera, Dios hará su parte, y su brazo todopoderoso nos protegerá.
Mandaría todos los ángeles de la gloria para socorrer a las almas
fieles y poner un cerco en derredor de ellas, antes que permitir
que sean engañadas y extraviadas por los prodigios mentirosos de
Satanás.
Vi con qué rapidez este engaño se estaba difundiendo. Me fué
mostrado un tren de coches de ferrocarril que iba con la rapidez
del rayo. El ángel me invitó a mirar cuidadosamente. Fijé los ojos
en el tren. Parecía que el mundo entero iba a bordo de él, y que
no quedaba nadie sin subir. Dijo el ángel: “Se los está atando en
gavillas listas para ser quemadas.” Luego me mostró al conductor,
que parecía una persona de porte noble y hermoso aspecto, a quien
todos los pasajeros admiraban y reverenciaban. Yo estaba perpleja y
pregunté a mi ángel acompañante quién era. Dijo: “Es Satanás. Es el