Página 12 - Primeros Escritos (1962)

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Hoy, más de un siglo nos separa de aquellos tiempos heroicos y
ya no existe entre los adventistas del séptimo día un conocimiento
tan cabal de lo experimentado entonces. Si el lector del precioso
librito que es
Primeros Escritos
recuerda esto con claridad estará
mejor capacitado para dar una aplicación correcta a las enseñanzas
y al mensaje de este libro.
Conviene, por lo tanto, señalar aquí algunos de los detalles so-
bresalientes de lo experimentado por los adventistas observadores
del sábado durante la década anterior a la primera publicación de lo
que aparece en
Primeros Escritos
.
En los párrafos iniciales de este libro, la Sra. de White alude
brevemente a su conversión y al comienzo de su experiencia cris-
tiana. Explica también que asistió a conferencias explicativas de
la doctrina bíblica relativa al advenimiento personal de Cristo, que
se creía inminente. El gran despertar adventista al cual la autora se
refiere en pocas palabras era un movimiento de alcance mundial. Se
produjo como resultado del estudio cuidadoso que muchos dieron a
las profecías bíblicas y también del hecho de que en todo el mundo
muchísimos aceptaron la buena nueva relativa a la venida de Jesús.
Pero fué en los Estados Unidos donde el mensaje adventista
fué proclamado y aceptado por mayor número de personas. Como
las profecías bíblicas referentes al retorno del Señor Jesús fueron
aceptadas por hombres y mujeres capaces, pertenecientes a muchas
iglesias, el resultado fué que el movimiento obtuvo muchos segui-
dores. Estos no crearon, sin embargo, una organización religiosa
distinta y separada, sino que la esperanza adventista produjo profun-
dos reavivamientos religiosos que beneficiaron a todas las iglesias
protestantes, e indujo a muchos escépticos e incrédulos a confesar
públicamente su fe en la Biblia y en Dios.
Al acercarse el movimiento a su momento culminante, poco
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después de 1840, varios centenares de pastores participaban en la
proclamación del mensaje. A la cabeza se hallaba Guillermo Miller.
Este residía durante su edad madura en la frontera oriental del estado
de Nueva York; es decir en la parte noreste de los Estados Unidos.
Era un hombre que, si bien se sostenía con trabajos agrícolas, se
destacaba en su comunidad. A pesar de haberse criado en un ambien-
te de piedad, durante su juventud se había vuelto escéptico. Había
perdido la fe en la Palabra de Dios y adoptado opiniones deístas.