Página 123 - Primeros Escritos (1962)

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El orden evangélico
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una dulce unión. Los que profesan ser maestros, deben ser dechados
de piedad, mansedumbre y humildad, es decir, deben poseer un es-
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píritu bondadoso, a fin de ganar almas para Jesús y la verdad de la
Biblia. Un ministro de Cristo debe ser puro en su conversación y en
sus acciones. Debe recordar siempre que está manejando las pala-
bras de la inspiración, las palabras de un Dios santo. Debe recordar
también que la grey ha sido confiada a su cuidado, y que él ha de
llevar sus casos a Jesús e interceder por ellos como Jesús intercede
por nosotros ante el Padre. Me fueron señalados los hijos de Israel
de antaño y vi cuán puros y santos habían de ser los ministros del
santuario, porque su obra los ponía en estrecha relación con Dios.
Los que ministran deben ser santos, puros y sin defecto, o Dios los
destruirá. Dios no ha cambiado. Es tan santo y puro, tan meticuloso
como lo fué siempre. Los que profesan ser ministros de Jesús deben
ser hombres de experiencia y profunda piedad, y entonces podrán
en todo tiempo y lugar esparcir una influencia santa.
He visto que es ahora tiempo para que los mensajeros vayan
doquiera se abra una puerta, y que Dios irá delante de ellos y abrirá
los corazones de algunos para que oigan. Hay que entrar en nuevos
lugares, y doquiera se haga esto, será bueno ir, si es posible, de dos en
dos, a fin de que se sostengan las manos mutuamente. Fué presentado
un plan como éste: Sería bueno que dos hermanos principien juntos
y viajen en compañía hasta los lugares más obscuros, donde hay
mucha oposición, y donde se necesita mucho trabajo, y con esfuerzos
unidos y fe enérgica presenten la verdad a los que están en tinieblas.
Luego, si les es posible lograr más visitando muchos lugares, vayan
separados, pero mientras están de gira reúnanse a menudo, para
animarse uno al otro por su fe, a fin de fortalecerse y sostenerse
mutuamente las manos. También deben consultarse acerca de los
lugares que les resultan abiertos, y decidir cuál de sus dones es el
que más se necesita, y de qué manera podrán tener más éxito para
alcanzar los corazones. Luego, cuando se separen nuevamente, su
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valor y su energía se habrán renovado para hacer frente a la oposición
y a las tinieblas, y a fin de trabajar con corazón sensible para salvar
a las almas que perecen.
Vi que los siervos de Dios no deben pasar una y otra vez por
el mismo campo de labor, sino que deben buscar almas en nuevos
lugares. Los que ya están establecidos en la verdad no deben exigir