Página 126 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
Descubra cada uno en qué fracasa, y luego vele fielmente para que
sus pecados no lo venzan, antes bien, obtenga la victoria sobre ellos.
Entonces podremos tener confianza para con Dios, y se ahorrarán
muchas dificultades para la iglesia.
Cuando los mensajeros de Dios dejan sus casas para trabajar por
la salvación de las almas dedican mucho de su tiempo a trabajar
en favor de aquellos que han estado en la verdad durante años,
pero que son todavía débiles porque aflojan innecesariamente las
riendas, dejan de velar sobre sí mismos, y hasta, pienso a veces,
tientan al enemigo a que los tiente. Caen en algunas mezquinas
dificultades y pruebas, y los siervos del Señor tienen que dedicar
tiempo a visitarlos. Esto los retiene horas y hasta días, y sus almas se
agravian y hieren al oír el relato de pequeñas dificultades y pruebas,
mientras cada uno amplía sus agravios para hacerlos tan importantes
como sea posible, por temor de que los siervos de Dios los tengan por
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demasiado insignificantes para considerarlos. En vez de depender de
los siervos del Señor para ayudarles a salir de estas pruebas, debieran
quebrantarse delante de Dios, y ayunar y orar hasta que aquéllas
sean eliminadas.
Algunos parecen creer que lo único para lo cual Dios llama a los
mensajeros al campo es estar a sus órdenes y llevarlos en los brazos;
y que la parte más importante de su trabajo es arreglar las pequeñas
pruebas y dificultades que atrajeron sobre sí mismos por decisiones
poco juiciosas, y por ceder al enemigo participando de un espíritu de
censura rígida hacia los que los rodean. Mientras tanto, ¿dónde están
las ovejas hambrientas? Se mueren de inanición por falta del pan
de vida. Los que conocen la verdad y han sido establecidos en ella,
pero no la obedecen—si lo hiciesen se ahorrarían muchas de esas
pruebas—están robando tiempo a los mensajeros, y no se cumple
el objeto mismo por el cual Dios los llamó al campo. Los siervos
de Dios están apenados y su valor queda destruído por la presencia
de tales cosas en la iglesia, cuando todos debieran esforzarse por
no añadir el peso de una pluma a su carga, sino más bien ayudarles
mediante palabras alentadoras y la oración de fe. Cuánto más libres
estarían si todos los que profesan la verdad mirasen en derredor suyo
y procurasen ayudar a otros, en vez de solicitar tanta ayuda ellos
mismos. Como van las cosas, cuando los siervos de Dios entran en
lugares obscuros, donde la verdad no ha sido proclamada todavía,