Página 175 - Primeros Escritos (1962)

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El primer advenimiento de Cristo
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a Dios para que desplegase su poder ante su más acerbo enemigo.
Hubiera sido mostrarse condescendiente con aquel a quien Jesús
había venido a vencer.
“Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento
todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta
potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a
quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.
Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito
está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.”
Satanás le presentó a Jesús los reinos del mundo en la más ha-
lagüeña condición. Si Jesús consentía en adorarlo, él por su parte
ofrecía renunciar a sus pretensiones al dominio de la tierra. Sabía
Satanás que si el plan de salvación se llevaba a cabo y Jesús moría
para redimir al género humano, su propio poder quedaría limitado
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y finalmente anulado, y él mismo sería destruido. Por lo tanto, su
estudiado intento era impedir, si fuera posible, la realización de la
magna obra comenzada por el Hijo de Dios. Si el plan de la reden-
ción del hombre fracasaba, Satanás poseería el reino que entonces
pretendía; y se lisonjeaba de que, en caso de obtener éxito, reinaría
en la tierra en oposición al Dios del cielo.
Regocijóse Satanás cuando Jesús, prescindiendo de su poder y
gloria, dejó el cielo, pues se figuraba que con ello el Hijo de Dios
había caído bajo su dominio. Su tentación había vencido con tanta
facilidad a la inocente pareja del Edén que esperaba vencer también
con su influencia y astucia satánica al Hijo de Dios, y salvar así su
vida y su reino. Con sólo inducir a Jesús a desviarse de la voluntad
de su Padre, habría logrado su objeto. Pero Jesús se opuso al tentador
con la repulsa: “Vete de mí, Satanás.” Sólo había Jesús de inclinarse
ante su Padre. Daba Satanás por suyo el señorío de la tierra, e insinuó
a Jesús que podía ahorrarse todo sufrimiento, y que no necesitaba
morir para obtener los reinos de este mundo, pues con tal que le
adorase se haría dueño de todas las posesiones terrenas y tendría la
gloria de reinar sobre ellas. Pero Jesús se mantuvo firme. Sabía que
iba a llegar el tiempo en que con su vida redimiría de Satanás el reino
de la tierra y que, pasado algún tiempo, todo le quedaría sometido
en el cielo y en la tierra. Escogió Jesús una vida de sufrimiento y
una espantosa muerte como camino dispuesto por su Padre para
llegar a ser legítimo heredero de los reinos de la tierra y recibirlos en