Página 174 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
Satanás se aprovechó de los sufrimientos del Hijo de Dios, y se
dispuso a asediarlo con múltiples tentaciones, esperando vencerlo
por haberse humillado como hombre. Llegó Satanás con su tentación,
diciendo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan
en pan.” Le tentaba a que condescendiera a ejercer su divino poder
en prueba de que era el Mesías. Jesús le respondió suavemente:
“Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra
de Dios.”
Satanás procuraba disputar con Jesús acerca de si era el Hijo de
Dios. Aludió a la débil y dolorida situación de Jesús, y afirmó jac-
tanciosamente que él era más fuerte. Pero las palabras pronunciadas
desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia,”
bastaron para sostener a Jesús en todos sus sufrimientos. Vi que
Cristo no había de hacer nada para convencer a Satanás de su poder
ni de si era el Salvador del mundo. Satanás tenía sobradas pruebas
de la excelsa autoridad y posición del Hijo de Dios. Su obstinada
decisión de no someterse a la autoridad de Cristo lo había expulsado
del cielo.
Para manifestar su poder, Satanás llevó a Jesús a Jerusalén, lo
puso sobre las almenas del templo y allí lo tentó para que, echándose
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abajo desde aquella vertiginosa altura, demostrara que era Hijo de
Dios. Satanás llegóse con palabras de la inspiración divina, pues
dijo: “Porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que
te guarden; y, en las manos te sostendrán, para que no tropieces
con tu pie en piedra.” Pero Jesús le respondió: “Dicho está: No
tentarás al Señor tu Dios.” Quería Satanás que Jesús presumiese de
la misericordia de su Padre, y arriesgara la vida antes de cumplir
su misión. Esperaba que fracasase el plan de salvación, pero este
plan estaba cimentado tan profundamente que Satanás no podía
entorpecerlo ni desbaratarlo.
Cristo es el ejemplo para todos los cristianos. Cuando la tenta-
ción les asalte o se les disputen sus derechos, deben sobrellevarlo
pacientemente. No se han de considerar con derecho a pedir al Señor
que ostente su poder para darles la victoria sobre sus enemigos, a
menos que por ello Dios haya de recibir honra y gloria. Si Jesús se
hubiese arrojado al suelo desde las almenas del templo, no hubiera
glorificado con ello a su Padre, porque nadie sino Satanás y los án-
geles de Dios habrían presenciado aquel acto. Y hubiera sido tentar