Página 179 - Primeros Escritos (1962)

Basic HTML Version

El ministerio de Cristo
175
daron admirados de la simpatía y la compasión que lo embargaban
frente al dolor humano. Lo oyeron animar con tiernas y amorosas
palabras al débil y al afligido; y también lo oyeron impugnar con
autorizada voz el poderío de Satanás y ordenar la emancipación de
sus cautivos. Escucharon los ministriles las palabras de sabiduría
que derramaban sus labios y, cautivados por ellas, no se atrevieron
a echar mano de él. Volviéronse a los sacerdotes y ancianos sin
llevar preso a Jesús. Cuando les preguntaron: “¿Por qué no le habéis
traído?” refirieron los milagros que le habían visto efectuar y las
santas palabras de amor, sabiduría y conocimiento que habían oído,
y concluyeron diciendo: “Jamás hombre alguno ha hablado como
este hombre.” Los príncipes de los sacerdotes acusaron a los minis-
triles de haber sido también engañados, y algunos de ellos sintieron
vergüenza de no haber prendido a Jesús. Los sacerdotes preguntaron
desdeñosamente si alguno de los príncipes había creído en él. Vi
que muchos magistrados y ancianos creían en Jesús: pero Satanás
les impedía confesarlo, pues temían el oprobio del pueblo más que a
Dios.
[161]
Hasta entonces, la astucia y el odio de Satanás no habían des-
baratado el plan de salvación. Se acercaba el tiempo en que iba a
cumplirse el objeto por el cual había venido Jesús al mundo. Satanás
y sus ángeles se reunieron en consulta y resolvieron incitar a la
propia nación de Cristo a que clamase anhelosamente por la sangre
de él y acumulase escarnio y crueldad sobre él, con la esperanza de
que, resentido Jesús de semejante trato, no conservase su humildad
y mansedumbre.
Mientras Satanás maquinaba sus planes, Jesús declaraba solícita-
mente a sus discípulos los sufrimientos por los cuales había de pasar:
que sería crucificado y que resucitaría al tercer día. Pero el entendi-
miento de los discípulos parecía embotado, y no podían comprender
lo que Jesús les decía.
[162]