Página 178 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
Aun esperaba Satanás que fracasaría el grandioso plan de salva-
ción. Se valía de todo su poder para endurecer el corazón de la gente
y exacerbar sus sentimientos contra Jesús. Esperaba también Satanás
que fuesen tan pocos los que reconocieran en Jesús al Hijo de Dios,
que él consideraría sus sufrimientos y sacrificios demasiado grandes
para tan pequeña grey. Pero vi que aunque sólo hubiera habido dos
personas que aceptaran a Jesús como Hijo de Dios, y creyeran en él
para la salvación de sus almas, ese plan se hubiera llevado a cabo.
Jesús comenzó su obra quebrantando el poder que Satanás tenía
sobre los dolientes. Devolvía la salud a los enfermos, la vista a los
ciegos y el movimiento a los lisiados, de suerte que saltaban de
gozo y glorificaban a Dios. Sanaba Jesús a los que durante muchos
años habían estado enfermos y sujetos al cruel poder de Satanás.
Con palabras de gracia fortalecía a los débiles, a los que temblaban
y estaban desalentados. Arrancando a los tales de las garras de
Satanás, que los sujetaba triunfante, Jesús les daba salud corporal
y gran contento y dicha. Resucitaba muertos, que al volver a la
vida glorificaban a Dios por la grandiosa manifestación de su poder.
Obraba poderosamente en beneficio de cuantos creían en él.
La vida de Cristo estuvo henchida de palabras y obras de bene-
volencia, simpatía y amor. Siempre estaba dispuesto a escuchar las
quejas y aliviar los sufrimientos de quienes se llegaban a él. Con
la salud recobrada, multitudes de personas llevaban en su propio
cuerpo la prueba del poder divino de Jesús. Sin embargo, después
de realizado el prodigio, muchos se avergonzaban del humilde y no
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obstante poderoso Maestro. El pueblo no estaba dispuesto a aceptar
a Jesús, porque los gobernantes no creían en él. Era Jesús varón
de dolores, experimentado en quebranto. Los caudillos judíos no
podían dejar que los rigiese la vida austera y abnegada de Jesús.
Deseaban disfrutar de los honores que el mundo otorga. A pesar de
todo, muchos seguían al Hijo de Dios y escuchaban sus enseñanzas,
alimentándose con las palabras que tan misericordiosamente fluían
de sus labios. Tenían profundo significado, y, sin embargo, eran tan
sencillas que los más débiles podían entenderlas.
Satanás y sus ángeles cegaron los ojos y ofuscaron la inteligencia
de los judíos, excitando a los principales y a los gobernantes del
pueblo para que le quitaran la vida al Salvador. Enviaron ministriles
con orden de prenderlo; pero ellos, al verse en presencia de él, que-