Página 209 - Primeros Escritos (1962)

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Los discípulos de Cristo
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un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y
Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y
nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu
Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.” Al oír estas pala-
bras intrépidas, aquellos homicidas se enfurecieron, y resolvieron
manchar nuevamente sus manos con sangre matando a los apósto-
les. Estaban maquinando esto cuando un ángel de Dios obró sobre
el corazón de Gamaliel para que aconsejase así a los sacerdotes y
príncipes: “Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este
consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es
de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando
contra Dios.” Había malos ángeles que impulsaban a los sacerdotes
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y a los ancianos a dar muerte a los apóstoles; pero Dios mandó a su
ángel para impedirlo suscitando entre los dirigentes judíos mismos
una voz en favor de sus siervos. La obra de los apóstoles no había
concluído. Habían de ser llevados ante reyes para testificar por el
nombre de Jesús y atestiguar lo que habían visto y oído.
De mala gana los sacerdotes soltaron a sus presos, después de
azotarlos y ordenarles que no hablasen más en el nombre de Jesús.
“Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido
tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y
todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar
y predicar a Jesucristo.” Así iba creciendo y multiplicándose la
palabra de Dios. Los discípulos testificaban valientemente acerca de
las cosas que habían visto y oído, y por el nombre de Jesús realizaban
grandes milagros. Intrépidamente ponían la sangre de Jesús a cuenta
de aquellos que habían estado tan dispuestos a recibirla cuando se
les permitió ejercer potestad contra el Hijo de Dios.
Vi que ángeles de Dios fueron comisionados para que guarda-
sen con cuidado especial las verdades sagradas e importantes que
habían de servir como ancla a los discípulos de Cristo durante toda
generación. El Espíritu Santo descansó en forma especial sobre los
apóstoles, que fueron testigos de la crucifixión, resurrección y as-
censión de nuestro Señor—verdades importantes que habían de ser
la esperanza de Israel.
Todos habían de mirar al Salvador del mundo como su única
esperanza, andar en el camino que él había abierto por el sacrificio
de su propia vida, y guardar la ley de Dios y vivir. Vi la sabiduría