Página 237 - Primeros Escritos (1962)

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Alianza entre la iglesia y el mundo
Después de esto vi que Satanás consultaba con sus ángeles para
considerar cuánto habían ganado. Era cierto que por medio del temor
a la muerte habían logrado que algunas almas tímidas no abrazaran
la verdad; pero muchos, que aunque tímidos la abrazaron, vieron
al punto desvanecidos sus temores. Al presenciar la muerte de sus
hermanos y contemplar su firmeza y paciencia, comprendieron que
Dios y los ángeles les ayudaban a soportar tantos sufrimientos. Así
se volvían valerosos y resueltos; y cuando a su vez les tocaba dar la
vida, mantenían su fe con tal paciencia y firmeza que hacían temblar
aun a sus propios verdugos. Satanás y sus ángeles decidieron que
había otro medio aún más eficaz para que las almas se perdieran, y
que daría mejores resultados. Aunque a los cristianos se les infligían
sufrimientos, su firmeza y la brillante esperanza que los animaba
fortalecían al débil y le habilitaban para arrostrar impávido el tor-
mento y la hoguera. Imitaban el noble proceder de Cristo ante sus
verdugos, y por su constancia y la gloria de Dios que los circuía,
convencían a muchos otros de la verdad.
Por lo tanto Satanás resolvió valerse de un procedimiento más
suave. Ya había corrompido las doctrinas de la Biblia, e iban arrai-
gándose profundamente las tradiciones que habían de perder a mi-
llones de personas. Refrenando su odio, resolvió no excitar a sus
vasallos a tan acerba persecución, sino inducir a la iglesia a que
disputara sobre varias tradiciones, en vez de la fe entregada una vez
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a los santos. En cuanto logró Satanás que la iglesia aceptase favores
y honores del mundo so pretexto de recibir beneficios, principió a
perder ella el favor de Dios. Se fué debilitando en poder al rehuir
declarar las auténticas verdades que eliminaban a los amadores del
placer y a los amigos del mundo.
La iglesia no es ahora el apartado y peculiar pueblo que era
cuando los fuegos de la persecución estaban encendidos contra ella.
¡Cuán empañado está el oro! ¡Cuán transmutado el oro fino! Vi
que si la iglesia hubiese conservado siempre su carácter peculiar
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