Página 246 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
Su profesión de fe no había afectado su corazón ni purificado su
conducta. El paso de la fecha estaba bien calculado para revelar el
ánimo de los tales. Estos fueron los primeros en ponerse a ridiculi-
zar a los entristecidos y descorazonados fieles que verdaderamente
deseaban la aparición de su Salvador. Vi la sabiduría manifestada
por Dios al probar a su pueblo y proporcionar el medio de descubrir
quiénes se retirarían y volverían atrás en la hora de la prueba.
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Jesús y toda la hueste celestial miraban con simpatía y amor a
quienes con dulce expectación habían anhelado ver a quien amaban.
Los ángeles se cernían sobre ellos y los sostenían en la hora de
su prueba. Los que habían rechazado el mensaje permanecieron en
tinieblas, y la ira de Dios se encendió contra ellos por no haber recibi-
do la luz que les había enviado desde el cielo. Pero los desalentados
fieles que no podían comprender por qué no había venido su Señor
no quedaron en tinieblas. Nuevamente se les indujo a escudriñar en
la Biblia los períodos proféticos. La mano del Señor se apartó de
las cifras, y echaron de ver el error. Advirtieron que los períodos
proféticos alcanzaban hasta 1844, y que la misma prueba que habían
aducido para demostrar que los períodos proféticos terminaban en
1843 demostraba que terminarían en 1844. La luz de la Palabra de
Dios iluminó su situación y descubrieron que había un período de
tardanza. “Aunque [la visión] tardare, espéralo.” En su amor a la
inmediata venida de Cristo habían pasado por alto la demora de la
visión, calculada para comprobar quiénes eran los que verdadera-
mente esperaban al Salvador. De nuevo señalaron una fecha. Sin
embargo, yo vi que muchos de ellos no podían sobreponerse a su
desaliento para llegar al grado de celo y energía que caracterizara su
fe en 1843.
Satanás y sus ángeles triunfaron sobre ellos, y los que no habían
querido recibir el mensaje se congratulaban de la perspicacia y pru-
dencia previsoras que habían revelado al no ceder a lo que llamaban
engaño. No echaban de ver que estaban rechazando el consejo de
Dios contra sí mismos y obrando unidos con Satanás y sus ángeles
para poner en perplejidad al pueblo de Dios que vivía de acuerdo
con el mensaje celestial.
Los creyentes en este mensaje fueron oprimidos en las iglesias.
Durante algún tiempo el miedo impidió, a quienes no querían recibir
el mensaje, que actuaran de acuerdo con lo que sentían; pero al