Página 28 - Primeros Escritos (1962)

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los 2.300 días, en 1844, había marcado una crisis importante. Pero
si bien era cierto que se había cerrado la puerta de esperanza y
de gracia por la cual los hombres habían encontrado durante mil
ochocientos años acceso a Dios, otra puerta se les abría, y el perdón
de los pecados era ofrecido a los hombres por la intercesión de Cristo
en el lugar santísimo. Una parte de su obra había terminado tan sólo
para dar lugar a otra. Había aún una ‘puerta abierta’ para entrar en
el santuario celestial donde Cristo oficiaba en favor del pecador.
“Entonces comprendieron la aplicación de las palabras que Cris-
to dirigió en el Apocalipsis a la iglesia correspondiente al tiempo
en que ellos mismos vivían: ‘Estas cosas dice el que es santo, el
que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno
cierra, y cierra, y ninguno abre: Yo conozco tus obras: he aquí he
puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar.’
[
Apocalipsis 3:7, 8, VM
].
“Son los que por fe siguen a Jesús en su gran obra de expiación,
quienes reciben los beneficios de su mediación por ellos, mientras
que a los que rechazan la luz que pone a la vista este ministerio, no
les beneficia.”—[
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 482,
483
].
La Sra. de White habla luego de cómo los dos grupos de creyen-
tes adventistas se relacionaron con esta experiencia:
“Cuando pasó la fecha fijada para 1844, hubo un tiempo de gran
prueba para los que conservaban aún la fe adventista. Su único
alivio en lo concerniente a determinar su verdadera situación, fué
la luz que dirigió su espíritu hacia el santuario celestial. Algunos
dejaron de creer en la manera en que habían calculado antes los
períodos proféticos, y atribuyeron a factores humanos o satánicos
la poderosa influencia del Espíritu Santo que había acompañado al
[
xxviii
]
movimiento adventista. Otros creyeron firmemente que el Señor los
había conducido en su vida pasada; y mientras esperaban, velaban
y oraban para conocer la voluntad de Dios, llegaron a comprender
que su gran Sumo Sacerdote había empezado a desempeñar otro
ministerio y, siguiéndole con fe, fueron inducidos a ver además la
obra final de la iglesia. Obtuvieron un conocimiento más claro de
los mensajes de los primeros ángeles, y quedaron preparados para
recibir y dar al mundo la solemne amonestación del tercer ángel de