Página 284 - Primeros Escritos (1962)

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El fuerte clamor
Vi ángeles que apresuradamente iban y venían de uno a otro lado
del cielo, bajaban a la tierra y volvían a subir al cielo, como si se
prepararan para cumplir algún notable acontecimiento. Después vi
otro ángel poderoso, al que se ordenó que bajase a la tierra y uniese
su voz a la del tercer ángel para dar fuerza y vigor a su mensaje.
Ese ángel recibió gran poder y gloria, y al descender dejó toda la
tierra iluminada con su gloria. La luz que rodeaba a este ángel
penetraba por doquiera mientras clamaba con fuerte voz: “Ha caído,
ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y
guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda
y aborrecible.” Aquí se repite el mensaje de la caída de Babilonia,
tal como lo dió el segundo ángel, con la mención adicional de las
corrupciones introducidas en las iglesias desde 1844. La obra de
este ángel comienza a tiempo para unirse a la última magna obra
del mensaje del tercer ángel cuando éste se intensifica hasta ser un
fuerte pregón. Así se prepara el pueblo de Dios para afrontar la hora
de la tentación que muy luego ha de asaltarle. Vi que sobre los fieles
reposaba una luz vivísima, y que se unían para proclamar sin temor
el mensaje del tercer ángel.
Otros ángeles fueron enviados desde el cielo en ayuda del potente
ángel, y oí voces que por doquiera resonaban diciendo: “Salid de ella,
pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis
parte en sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo,
y Dios se ha acordado de sus maldades.” Este mensaje parecía ser
un complemento del tercer mensaje, pues se le unía como el clamor
de media noche se añadió en 1844 al mensaje del segundo ángel.
La gloria de Dios reposaba sobre los pacientes y expectantes santos,
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quienes valerosamente daban la postrera y solemne amonestación,
proclamando la caída de Babilonia y exhortando al pueblo de Dios a
que de ella saliese para escapar a su terrible condenación.
La luz derramada sobre los fieles penetraba por doquiera; los
que en las iglesias tenían alguna luz, y no habían oído ni rechazado
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