Página 285 - Primeros Escritos (1962)

Basic HTML Version

El fuerte clamor
281
los tres mensajes, obedecieron la exhortación y abandonaron las
iglesias caídas. Muchos habían entrado en edad de razón y responsa-
bilidad desde la proclamación de los mensajes; y la luz brilló sobre
ellos, deparándoles el privilegio de escoger entre la vida o la muerte.
Algunos escogieron la vida y se unieron con los que esperaban a
su Señor y guardaban todos sus mandamientos. El tercer mensaje
iba a efectuar su obra. Todos iban a ser probados por él, y las almas
preciosas iban a ser invitadas a salir de las congregaciones religiosas.
Una fuerza compulsiva movía a los sinceros, al paso que la manifes-
tación del poder de Dios infundía temor y respeto a los incrédulos
parientes y amigos para que no se atrevieran ni pudieran estorbar a
quienes sentían en sí la obra del Espíritu de Dios. El postrer llama-
miento llegó hasta los infelices esclavos, y los más piadosos de ellos
prorrumpieron en cánticos de transportado gozo ante la perspectiva
de su feliz liberación. Sus amos no pudieron contenerlos, porque el
asombro y el temor los mantenían en silencio. Se realizaron grandes
milagros. Sanaban los enfermos, y señales y prodigios acompañaban
a los creyentes. Dios colaboraba con la obra, y todos los santos, sin
temor de las consecuencias, obedecían al convencimiento de su con-
ciencia, se unían con los que guardaban todos los mandamientos de
Dios y proclamaban poderosamente por doquiera el tercer mensaje.
Vi que este mensaje terminaría con fuerza y vigor muy superiores al
clamor de media noche.
Los siervos de Dios, dotados con el poder del cielo, con sus sem-
blantes iluminados y refulgentes de santa consagración, salieron a
proclamar el mensaje celestial. Muchas almas diseminadas entre las
[279]
congregaciones religiosas respondieron al llamamiento y salieron
presurosas de las sentenciadas iglesias, como Lot salió presuroso
de Sodoma antes de la destrucción de esa ciudad. Fortalecióse el
pueblo de Dios con la excelsa gloria que sobre él reposaba en co-
piosa abundancia, ayudándole a soportar la hora de la tentación. Oí
multitud de voces que por todas partes exclamaban: “Aquí está la
paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios
y la fe de Jesús.”
* * * * *