Página 56 - Primeros Escritos (1962)

Basic HTML Version

Visiones subsiguientes
El Señor me dió la visión que sigue en 1847, mientras los her-
manos estaban reunidos el sábado, en Topsham, Maine.
Sentimos un extraordinario espíritu de oración, y mientras orá-
bamos el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Estábamos muy
felices. Pronto perdí el conocimiento de las cosas terrenas y quedé
arrobada en una visión de la gloria de Dios. Vi un ángel que con
presteza volaba hacia mí. Me llevó rápidamente desde la tierra a la
santa ciudad, donde vi un templo en el que entré. Antes de llegar al
primer velo, pasé por una puerta. Levantóse ese velo, y entré en el
lugar santo, donde vi el altar del incienso, el candelabro con las siete
lámparas y la mesa con los panes de la proposición. Después que
hube notado la gloria del lugar santo, Jesús levantó el segundo velo
y pasé al lugar santísimo.
En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro
purísimo. En cada extremo del arca había un hermoso querubín con
las alas extendidas sobre el arca. Sus rostros estaban frente a frente
uno de otro, pero miraban hacia abajo. Entre los dos ángeles había
un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles,
una gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que
moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones
de los santos llegaban a él, humeaba el incienso del incensario, y
Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso.
Dentro del arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de
Aarón y las tablas de piedra, que se plegaban la una sobre la otra
como las hojas de un libro. Abriólas Jesús, y vi en ellas los diez man-
damientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, y
en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los otros
[33]
seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que
todos, porque el sábado fué puesto aparte para que se lo guardase
en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía,
rodeado de un nimbo de gloria. Vi que el mandamiento del sábado
no estaba clavado en la cruz, pues de haberlo estado, también lo
52