Página 88 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
sobre Dios. El Señor no cambia, y por lo tanto su ley es inmutable;
pero el papa se exaltó sobre Dios al procurar cambiar los inmutables
preceptos de la santidad, justicia y bondad. Holló bajo los pies el día
santificado por Dios, y por su propia autoridad puso en su lugar uno
de los seis días hábiles. Toda la nación ha ido en pos de la bestia, y
cada semana roba a Dios su tiempo santo. El papa hizo una brecha
en la santa ley de Dios, pero vi que había llegado ya plenamente el
tiempo en que esta brecha tiene que ser reparada por el pueblo de
Dios y los lugares asolados han de ser reedificados.
Delante del ángel rogué que Dios salvase a su pueblo de ex-
traviarse, que lo salvase por su misericordia. Cuando las plagas
comiencen a caer, los que sigan violando el santo sábado no abri-
rán la boca para formular las excusas que ahora presentan para no
guardarlo. Su boca permanecerá cerrada mientras caigan las plagas,
y el gran Legislador exija que se aplique la justicia a aquellos que se
burlaron de su ley y la llamaron “una maldición para el hombre,” “al-
go mezquino” y “tambaleante.” Cuando los tales sientan la presión
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férrea de esa ley, aquellas expresiones desfilarán delante de ellos
en caracteres vivos, y reconocerán entonces el pecado de haberse
burlado de lo que la Palabra de Dios llama
“santo, justo y bueno.”
Se me recordó luego la gloria del cielo, el tesoro allegado allí por
los fieles. Todo era hermoso y lleno de gloria. Los ángeles cantaban
un hermoso himno, luego dejaban de cantar y se quitaban las coronas
deslumbrantes, las echaban a los pies del glorioso Jesús, y con voces
melodiosas clamaban: “¡Gloria! ¡Aleluya!” Me uní con ellos en
sus cantos de alabanza y honor al Cordero, y cada vez que abría la
boca para loarle, me dominaba un inefable sentido de la gloria que
me rodeaba. Era mucho más: un indecible y eterno peso de gloria.
Dijo el ángel: “El pequeño residuo que ama a Dios, guarda sus
mandamientos y cuyos miembros sean fieles hasta el fin, disfrutará
de esta gloria y estará siempre en la presencia de Jesús para cantar
con los santos ángeles.”
Luego mis ojos fueron desviados de la gloria, y se me mostró
al residuo en la tierra. El ángel les dijo: “¿Queréis huir de las siete
postreras plagas? ¿Queréis ir a la gloria y disfrutar de todo lo que
Dios ha preparado para los que le aman y están dispuestos a sufrir
por amor de él? En tal caso, debéis morir para poder vivir. Preparaos,
preparaos, preparaos. Debéis realizar mayores preparativos que los