Página 92 - Primeros Escritos (1962)

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Preparación para el fin
En Oswego, estado de Nueva York, el 7 de septiembre de 1850,
el Señor me mostró que una gran obra debe ser hecha en favor de su
pueblo antes que pueda subsistir en la batalla del día del Señor. Me
fueron mostrados aquellos que aseveran ser adventistas, pero que
rechazan la verdad presente, y vi que se estaban desmoronando y que
la mano del Señor estaba en su medio para dividirlos y esparcirlos
ahora en el tiempo de reunir la mies, para que las joyas preciosas que
haya entre ellos, que estuvieron antes engañadas, puedan abrir los
ojos para ver su verdadera condición. Y ahora cuando los mensajeros
del Señor les presentan la verdad están preparados para escuchar, y
para ver su belleza y armonía, dejar a sus antiguos compañeros y sus
errores, abrazar la verdad preciosa y elevarse hasta donde puedan
definir su posición.
Vi que aquellos que se oponen al sábado del Señor no podían
tomar la Biblia y demostrar que nuestra posición es incorrecta; por lo
tanto calumniaban a los que creen y enseñan la verdad, y los atacaban
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en su carácter. Muchos que fueron una vez concienzudos y amaban
a Dios y a su Palabra se han endurecido de tal manera al rechazar
la luz de la verdad que no vacilan en calumniar en forma alevosa y
acusar falsamente a los que aman el santo sábado, si con ello pueden
minar la influencia de aquellos que de manera intrépida declaran la
verdad. Pero esas cosas no estorbarán la obra de Dios. De hecho,
esta conducta de parte de los que odian la verdad será precisamente
el medio de abrir los ojos de algunos. Toda joya se destacará y será
recogida, porque la mano del Señor se ha extendido para recobrar el
residuo de su pueblo, y realizará esta obra gloriosamente.
Los que creemos la verdad debemos ser muy cuidadosos para no
dar ocasión de que se hable mal de lo bueno que tengamos. Debemos
estar seguros de que cada paso que demos concuerde con la Biblia;
porque los que odian los mandamientos de Dios se regocijarán
por los pasos que demos en falso y por nuestros defectos, como lo
hicieron los impíos en 1843.
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