Página 99 - Primeros Escritos (1962)

Basic HTML Version

El tiempo de reunión
95
Cristo y enseñan que vivimos en los “postreros días” las atribuyen
a Satanás. Espero mucha oposición de parte de los tales, y si no
hubiese considerado que el Señor me lo exigía, no habría publicado
así mis visiones, puesto que inducirán probablemente a algunos a
manifestar odio y ridículo. Pero temo a Dios más que al hombre.
Cuando el Señor comenzó a darme mensajes para que los comu-
nicase a su pueblo, me resultaba difícil declararlos, y a menudo los
suavizaba tanto como me fuese posible por temor a agraviar a alguno.
Fué para mí una gran prueba presentar los mensajes como el Señor
me los daba. No me parecía estar obrando con tanta infidelidad y no
vi el pecado y el peligro que encerraba una conducta tal, hasta que en
visión fuí llevada a la presencia de Jesús. Me miró con ceño y desvió
su rostro de mí. Es imposible describir el terror y la agonía que sentí
entonces. Caí sobre mi rostro delante de él, pero no tenía fuerza para
pronunciar una palabra. ¡Oh! ¡cuánto anhelaba verme protegida y
ocultada de ese terrible ceño! Pude entonces comprender, en cierto
grado, cuáles serán los sentimientos de los perdidos cuando digan
“a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos
del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del
Cordero.”
[77]
Al rato un ángel me ordenó que me levantase, y difícilmente
puede describirse la escena que vieron mis ojos. Me fué presentada
una compañía que tenía los cabellos desgreñados y las vestiduras
desgarradas y cuyos rostros eran un cuadro vivo de desesperación y
horror. Se me acercaron y quitándose sus vestiduras las restregaron
contra las mías. Miré mis ropas y vi que estaban manchadas de
sangre, y que esa sangre estaba horadándolas. Nuevamente caí como
muerta a los pies de mi ángel acompañante. No podía invocar una
sola excusa. Mi lengua se negaba a hablar, y yo anhelaba estar lejos
de un lugar tan santo. El ángel volvió a ponerme de pie y dijo: “Este
no es tu caso ahora. Pero esta escena pasó delante de ti para hacerte
saber cuál será tu situación si dejas de declarar a otros lo que el Señor
te ha revelado. Pero si eres fiel hasta el fin, comerás del árbol de la
vida y beberás del agua del río de la vida. Tendrás que sufrir mucho,
pero te basta la gracia de Dios.” Estuve entonces dispuesta a hacer
todo lo que el Señor requiriese de mí a fin de tener su aprobación y
no sentir el peso de su terrible ceño.