Página 104 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
El mensaje de Dios a Abraham fue: “Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”.
Vers.
1
. A fin de que Dios pudiera capacitarlo para su gran obra como
depositario de los sagrados oráculos, Abraham debía separarse de
los compañeros de su niñez. La influencia de sus parientes y amigos
impediría la educación que el Señor intentaba dar a su siervo. Ahora
que Abraham estaba, en forma especial, unido con el cielo, debía
morar entre extraños. Su carácter debía ser peculiar, diferente del de
todo el mundo. Ni siquiera podía explicar su manera de obrar para
que la entendieran sus amigos. Las cosas espirituales se disciernen
espiritualmente, y sus motivos y acciones no eran comprendidos por
sus parientes idólatras.
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar
que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”.
Hebreos 11:8
. La obediencia incondicional de Abraham es una de
las más notables evidencias de fe de toda la Sagrada Escritura. Para
él, la fe era “la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de
lo que no se ve”.
Vers. 1
. Confiando en la divina promesa, sin la
menor seguridad externa de su cumplimiento, abandonó su hogar,
sus parientes, y su tierra nativa; y salió, sin saber adónde iba, fiel
a la dirección divina. “Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, habitando en tiendas con Isaac y
Jacob, coherederos de la misma promesa”.
Vers. 9
.
No fue una prueba ligera la que soportó Abraham, ni tampoco
era pequeño el sacrificio que se requirió de él. Había fuertes vínculos
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que lo ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar. Pero no vaciló
en obedecer al llamamiento. Nada preguntó en cuanto a la tierra
prometida. No averiguó si era fértil y de clima agradable, si los
campos ofrecían paisajes hermosos, o si habría oportunidad para
acumular riquezas. Dios había hablado, y su siervo debía obedecer;
el lugar más feliz de la tierra para él era dónde Dios quería que
estuviera.
Muchos continúan siendo probados como lo fue Abraham. No
oyen la voz de Dios hablándoles directamente desde el cielo; pero,
en cambio, son llamados mediante las enseñanzas de su Palabra y los
acontecimientos de su providencia. Se les puede pedir que abando-
nen una carrera que promete riquezas y honores, que dejen afables y
provechosas amistades, y que se separen de sus parientes, para entrar