Página 109 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El llamamiento de Abraham
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egipcios relacionarse con pastores extranjeros en actos familiares,
tales como comer o beber juntos. La despedida que el faraón dio
a Abraham fue amable y generosa; pero le pidió que saliera de
Egipto, pues no se atrevía a permitirle permanecer en el país. Sin
saberlo, el rey había estado a punto de hacerle un gran daño; pero
Dios se había interpuesto, y había salvado al monarca de cometer tan
gran pecado. El faraón vio en este extranjero a un hombre honrado
por el Dios del cielo, y temió tener en su reino a una persona que
evidentemente gozaba del favor divino. Si Abraham se quedaba en
Egipto, su riqueza e influencia social podrían despertar la envidia
y la codicia de los egipcios, quienes podrían causarle algún daño,
por el cual el monarca sería considerado responsable, y que podría
atraer nuevamente plagas sobre la familia real.
La amonestación dada al faraón resultó ser una protección para
Abraham en sus relaciones futuras con los pueblos paganos; pues el
asunto no pudo conservarse en secreto. Era evidente que el Dios a
quien Abraham adoraba protegía a su siervo, y que cualquier daño
que se le hiciera sería vengado. Es asunto peligroso dañar a uno de
los hijos del Rey del cielo. El salmista se refiere a este capítulo de la
experiencia de Abraham cuando dice, al hablar del pueblo escogido,
que Dios “por causa de ellos castigó a los reyes. “No toquéis—
dijo—a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas””.
Salmos 105:14,
15
.
Hay una interesante semejanza entre la experiencia de Abraham
en Egipto y la de sus descendientes siglos después. En ambos casos,
fueron a Egipto debido al hambre y permanecieron allí y, a causa de
los juicios divinos en su favor, los egipcios sintieron temor de ellos,
y los descendientes de Abraham salieron al fin enriquecidos por los
obsequios de los paganos.
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